Entre Francisco y la devaluación

Marcelo Ramal

No es un dato menor que el discurso de Cristina Kirchner en la ONU comenzara evocando al “default más grande de la historia”. Después de recordarle a los jefes de Estado que el kirchnerismo fue el que rescató la deuda contraída por Videla, Martínez de Hoz, Cavallo y De la Rúa, la Presidenta reivindicó el pago de 190.000 millones de dólares al cabo de una década. En cambio, no dijo que, al cabo de semejante sangría, la deuda argentina duplica hoy a la de 2001, sólo por haber refinanciado y capitalizado intereses impagos. Como consecuencia de ello, Argentina enfrenta una nueva bancarrota general.

Pero la confesión de esa quiebra no pasó por Nueva York. Mientras Cristina peroraba en la ONU, los funcionarios kirchneristas les avisaban a los importadores que sólo podrían obtener dólares por medio de la Bolsa o de la compra de títulos públicos -o sea, a 14 pesos. La generalización de este mecanismo es la señal de largada de una megadevaluación. En Washington, la Presidenta habló de la cesación de pagos de 2001. Pero, en Buenos Aires, avanzaba una nueva declaración de quiebra del país.

 

Entre la reestructuración y el petróleo 

En la tribuna de Washington, CFK acusó a los buitres de “querer tirar abajo la reestructuración de deuda de 2005 y 2010”. Pero ocurre que esa reestructuración ha colapsado, no por el incidente con los buitres, sino porque la deuda en su conjunto se ha tornado impagable. Los funcionarios oficiales ya han comenzado a negociar un canje, al menos, con los tenedores del Boden 2015 para postergar el pago de los ¡6.800 millones! de dólares que vencen en octubre del año próximo. Pero el evidente fracaso de la ley de “pago soberano” podría ser la excusa para una reestructuración general de la deuda, que elevará el valor de los títulos y reportará beneficios extraordinarios a los buitres “amigos” del gobierno, que los compraron a menor valor en medio de la crisis con el juez Griesa. Entre ellos estaría el propio Soros, quien se reunió cn Cristina en el periplo neoyorquino. Los “buitres” amigos han reflotado la oferta de comprarles la deuda a los buitres “malos”: los K insisten en que no reconocerán el 100 por ciento que reclama Griesa, incluso porque la cláusula Rufo podría extenderse hasta después de 2014.

Pero Soros y otros miran más lejos: en la charla con Cristina se habló del “potencial agroalimentario y petrolero de Argentina”, puesto que “Soros está muy interesado en el yacimiento de Vaca Muerta” (Ambito, 23/9). Para socorrer a la Argentina, los buitres amigos exigirán un lugar privilegiado en la futura recolonización petrolera. Las condiciones de ese rescate son conocidas: una devaluación de la moneda, que reduzca a valores de ganga los activos nacionales para quienes vengan a pagarlos con divisas; un tarifazo en regla, que asegure el acaparamiento de la renta petrolera para los pulpos y sus financistas, y la libertad para remitir al exterior los beneficios obtenidos. Por lo visto, la devaluación se encuentra en marcha. Y el presupuesto 2014, que es casi totalmente un dibujo, no lo es en una cuestión crucial: el congelamiento de subsidios al transporte y los combustibles, lo que augura un aumento general de tarifas. Mientras su jefa hablaba en Nueva York, los funcionarios kirchneristas diseñaban el nuevo régimen económico que exigen los Soros y otros buitres como condición para un rescate.

 

El lugar del Papa

Es a la luz de la conmoción social y política que provocará esta monumental confiscación a los trabajadores y al país que adquiere significado el nuevo encuentro de Cristina con el Papa. Otra vez, el conflicto con los buitres ha sido la coartada: que el cambio de régimen que ponen en marcha los K -que aspiran a continuar Massa, Macri o Scioli- tendrá que atravesar por contradicciones explosivas. La devaluación implicará un nuevo golpe inflacionario y obligará a redoblar el tarifazo, si se quieren precios “internacionales” de los combustibles. De cara a esta realidad, las normas de “abastecimiento” pasan a ser cartón pintado, al igual que los planes para inflar el consumo en base al endeudamiento de los trabajadores. El llamado papal a “cuidar a Cristina” toma nota de esta perspectiva convulsiva. Pero la promesa de un blindaje vaticano no será gratuita: a la vuelta de Roma, los K desempolvaron la reforma al Código Civil con los agregados reaccionarios que impuso el clero. Lo mismo ocurre con la burocracia sindical: en vísperas de este paquetazo, Barrionuevo y Moyano han resuelto tomarse vacaciones adelantadas. Es lo que no pueden hacer los obreros de Acindar, de las automotrices o autopartistas semiparalizadas, los metalúrgicos de Córdoba, los del Neumático o los gráficos, quienes rechazan las suspensiones, la caída de los salarios o la carga cada vez más confiscatoria del impuesto a las “ganancias”.

Como nunca, las luchas en curso y las que vendrán necesitan unirse a una deliberación y a un programa propio de los trabajadores frente a la crisis. Este es el gran propósito del Congreso de unidad del movimiento obrero y la izquierda. Con la constitución de mesas en varias regiones y provincias, destacados luchadores toman la convocatoria en sus manos. El programa de este congreso, que es el protagonismo de la clase obrera, es también su método.