En la ultima semana, la población de la ciudad de Río de Janeiro ha vivido una gran expectativa de victoria en la lucha contra el narcotráfico a partir del arresto de Antonio Bonfim Lopes, alias "Nem", el líder en la venta de drogas en la favela Rocinha - la mayor de Brasil y una de las más grandes del mundo. Dos días después de encerrar a "Nem" en la cárcel, las fuerzas de seguridad pública tomaron el control de la Rocinha con más de 2.000 efectivos de las policías civil y militar, con apoyo de tanques de la armada brasileña. Juntamente con el control del conjunto de favelas del llamado "Complexo do Alemão" en 2010, la ocupación de la Rocinha por parte de las autoridades hace que tengamos una situación sin igual a favor de la vigencia del estado de derecho en Río de Janeiro. Más que una acción militar y policial, este control disminuye la fuerza del tráfico de drogas en Brasil e impacta indirectamente en este mercado illegal en el Cono Sur. Sin embargo, aunque tengamos que celebrar esta importante victoria para la ciudad sede de los Juegos Olímpicos de 2016, lo difícil para el Estado brasileño empieza ahora. El control total de la polícía y de las instituciones públicas va a depender de la profundización de las políticas sociales en estas áreas que el Estado ha olvidado por décadas. Al descuidar por años la formulación de políticas públicas para ayudar a las personas de bajos ingresos, el Estado posibilitó que los narcos ofrecieran provisiones básicas por bajo precio a cambio de su apoyo a la criminalidad. Recientemente, una de las más importantes redes de televisión de Brasil ha producido un documental sobre los habitantes del Complexo do Alemão un año después de la ocupación militar y la derrota del narcotráfico. Cuando los periodistas preguntaron a los vecinos si preferían la favela bajo control del Estado o de los narcos, de manera casi unánime respondían: de los narcos. El argumento era que, sin la presencia de narcotraficantes, el desempleo y la falta de políticas de apoyo en situaciones de extremada miseria han reaparecido desde 2010. Este contexto demuestra que la política de seguridad pública por el control de áreas dominadas por narcotraficantes no puede dejar de coordinar políticas sociales. En ese sentido, la política de seguridad democrática del gobierno de Colombia puede ser una buena inspiración. Más allá de los ejemplos de modelos que parcialmente han funcionado bien, en el marco de la economía de un país emergente que crece proporcionalmente más que el promedio mundial, el gobierno del estado de Río de Janeiro encuentra una excelente coyuntura para cooperar con la iniciativa privada y con las organizaciones no gubernamentales para ofrecer el apoyo que no han dado en el Complexo do Alemão. Se si pierde esta oportunidad, desafortunadamente la población de Brasil perderá confianza en el estado de derecho y, consecuentemente, habrá un terreno fértil para el regreso de la influecnia de la criminalidad sobre la mundialmente conocida Cidade Maravilhosa.