Por: María Julia Oliván
La pensadora contemporánea y ex primera dama, ex ministra de Desarrollo Social de la Nación, ex diputada y ex senadora Hilda “Chiche” Duhalde instaló ayer un debate que atrasa, por lo menos, 500 años. Y que replica su propia historia.
Ella, que es docente pero básicamente ejerció durante más de 30 años la política desde un lugar de poder, ahora se cuestiona si es posible que una mujer haga política. Parece un caso de Síndrome de Estocolmo a la inversa.
Lo explicó así: “éste es un tema que me vengo planteando en soledad, el tema de la mujer en la política. Me parece que tiene que entrar en el debate nacional si la mujer está preparada para ejercer la política per se, con sus características, con sus condiciones y convicciones, o si simplemente va a acompañar el proyecto de alguien“.
Sigue: “La mujer no participa masivamente en política, aún es más cosa de hombre. Y muchas de las que llegan son figuras que se masculinizan en el discurso o llegan de la mano de alguien”.
Ustedes podrán pensar que es un tema menor, que ni siquiera da para enojarse, o que está en su derecho a plantear los debates que crea. No a lo primero y sí a lo segundo. Pero está lo tercero: Chiche sabe que cuando dice esto, no predica en el desierto.
Sabe que hay muchas Chiches que adhieren a este pensamiento que básicamente adjudica a una cuestión de género los traspiés políticos o las desinteligencias de Cristina Kirchner. Sabe que hay cierto clima de época la acompaña; ahora que el Papa Francisco aseguró que ninguna mujer va a llegar a un lugar de poder en la estructura eclesiástica y que se adjudicó a la mafia gay el avance de los derechos igualitarios en América Latina, Chiche sabe que tiene audiencia cuando cuestiona las capacidades de las mujeres para ejercer el poder. Sabe que su pensamiento es convocante.
Pregunta: ¿por qué Chiche o algún político varón no se replanteó la capacidad de ejercer el poder de los hombres per se cuando Fernando de la Rúa llamó al estado de sitio el 19 de diciembre de 2001. O cuando su marido Eduardo Duhalde dijo que el que depositó dólares iba a recibir dólares siendo que después hubo confiscación de depósitos. O cuando Carlos Menem aseguraba en el programa de Mariano Grondona que en su gobierno no había desocupación y desafiaba al conductor a que le traiga un desocupado si de verdad lo encuentra (recordemos que por entonces el índice de desempleo era holgadamente superior al 10 por ciento).
Entonces no nos parecieron desequilibrados, ni mentirosos, ni manipuladores, ni megalómanos. Porque eran hombres. Y los hombres sí pueden ejercer el poder per se con sus propias patologías.
El tema merece ser tomado con profundidad. Porque convoca y porque atrasa. El debate sobre si la mujer podía o no participar de la vida pública es de 500 años atrás, de la Revolución Francesa, miren si no es retrógado.
Para empezar, hay que recordar que la política, que está relacionada a lo público desde la polis griega, fue asociada a la masculinidad, ya que “los autorizados” para hablar desde el origen mismo, eran los varones. Primer antecedente e la política.
El otro antecedente es el que configura a occidente a partir de la Revolución Francesa (1789) y que sirve como modelo para las democracias occidentales, en la que se reclaman tres cosas: son igualdad, libertad y fraternidad. Pero ¿para quiénes? Para los frates. ¿Y quiénes eran los frates? Los varones.
Olympia de Gouches fue una de las primeras revolucionarias que militó en la Revolución Francesa y que luchó para que las mujeres tengan el mismo derecho que los hombres a participar de la vida política. La decapitaron en la guillotina.
Ella reclamaba la igualdad con el hombre en el derecho a voto, en el acceso al trabajo, a hablar en público de temas políticos, a acceder a la vida política, a poseer y controlar propiedades, a formar parte del ejército; incluso a la igualdad fiscal así como el derecho a la educación y a la igualdad de poder en el ámbito familiar y eclesiástico.
Olympe de Gouges escribió: La mujer tiene el derecho de subir al cadalso; debe tener también el de subir a la Tribuna.
El caldaso era una especie de tarima de madera que se instalaba en las plazas públicas para las autoridades y la tribuna era adonde estaba el pueblo que alzaba su voz para dictar las sentencias que ejecutaban quienes detentaban el poder.
O sea que miren lo antigua, lo saldado que en el mundo el debate que quiere instalar Chiche.
Pero está dicho desde un país adonde de verdad, ninguna mujer llegó al poder sin una mano de su marido. No tenemos una Margarita Stolbizer o una Elisa Carrió poderosa, pero sí una Cristina Fernández de Kirchner, una Hilda González de Duhalde, una Beatriz Rojkés de Alperovich, una Karina Rabolini de Scioli y, hay que decirlo, por marketing o por convicciones en el PRO, sí que hay una vicejefa de gobierno como María Eugenia Vidal o una Gabriela Michetti que no viene con el anillo de casada de ningún político de peso.
La cuestión del lóbulo
“Este ejemplo de mujer (la Presidente) ejerciendo el poder, que se maneja más por su lóbulo emocional que por el racional, no nos hace quedar muy bien a las mujeres“, consideró la esposa del ex presidente.
¿Existe en la medicina moderna el estudio de la segmentación del cerebro por zonas que establezca que los razonamientos exactos están en determinado lugar y las emociones en otro? No, es sencillamente otro tema que atrasa. Esa concepción del cerebro corresponde a la frenología (por eso, muchas instituciones psiquiátricas tenían el nombre de frenopáticos) que hablaba de las áreas y funciones del cerebro, una teoría delineada por Franz Joseph Gall (1758-1828).
En fin, Angela Merkel, Dilma Roussef, Michelle Bachellet, Cristina Fernández de Kirchner (con todos los errores que podamos observar inclusive los tweets compulsivos de los últimos días), le contestan a coro a la señora Chiche Duhalde que sí. Que la mujer puede y de hecho hace política en los países y las multinacionales más importantes del mundo.
Yo planteo que no sólo no debe ser la duda de la sociedad un tema de “debate nacional” (dixit) sino que el debate debe ser cómo frenar a la gente que atrasa con discusiones que se tienen hace siglos y que costaron tantas vidas. Aún hoy, hay millones de mujeres que no pueden decidir con quien casarse, o tener sexo. Que tampoco pueden disfrutar de eso, por las mutilaciones de clítoris.
La inclusión de la mujer en la sociedad fue y es una lucha sangrienta con el objetivo de lograr, únicamente, un trato igualitario al de los hombres.
Discutamos cómo lograr eso, que es básico. Si no nos gusta Cristina, votemos a otro o a otra, pero por favor, no planteemos barbaridades. Por respeto a la lucha y al sufrimiento de tantas que militaron por la igualdad.
Fueron consultados para esta columna la doctora en Filosofía y experta en género Florencia Cremona (UNLP) y el doctor Enrique Da Rosa Albistur, neurólogo, perito forense, psicoterapeuta cognitivo y sexólogo formado en la UBA, Maastricht, París y la Universidad de Oxford.