Por: María Luisa Storani
Nadie se movilizó para que se vayan sino para que atiendan la convivencia. Estas multitudes no hubieran sido posible sin el “hacete cargo, Cuervo” con lo que la Presidenta consagró la parcialidad y la impunidad ante lo donado por un pueblo a los ciudadanos inundados. Sin la reforma relámpago del Poder Judicial cerrando el debate a la sociedad. La inflación, el Indec, el uso de los medios de comunicación para fines propagandísticos y de culto a la personalidad. Todos factores sumados por este gobierno a la siempre demandada inseguridad.
Estas movilizaciones tienen efectos. Generan brechas entre los que mandan y, quizás lo más trascendente en la política, revierte correlaciones de fuerzas de un modo tal que más de 15 puntos de porcentaje de votantes de hace dos años hoy no votarían por el Gobierno. Es que nadie tiene dueño. Será a nuestro favor si somos capaces de convencer sobre lo irreversible de la inclusión social como esencia, de la ampliación de derechos, de la independencia nacional y el desarrollo económico.
Hay que persuadir a la gente de que la solución no es el “que se unan todos”, como antes no lo era el “que se vayan todos” y máxime en una elección legislativa. Obviamente sin caer en el fraccionalismo que tanto afecta la vida nacional con el vedetismo en el centro.
Por la ideología de los que gobiernan no creo que tomen nota de la marcha en el sentido nuestro. Es que creen en la fecundidad de la confrontación. Lo que sí se ha generado es un proceso de pérdida del caudal electoral que modifica totalmente la correlación de fuerzas y hoy los que gobiernan tienen que construir y llevar adelante un Plan B porque la Presidenta no podrá ser reelecta. Espero que esta circunstancia sea eso y pasajera y no traiga más padecimientos institucionales a la gente, que no tiene dueño.