Durante la campaña electoral, Amnistía Internacional invitó a los aspirantes a la Presidencia a comprometerse con una agenda de derechos humanos, con la convicción de que el mandatario que resultara electo tendría el enorme desafío no sólo de consolidar los avances logrados, sino también de encarar temas que fueron ignorados por el Gobierno saliente.
Hace pocos días, Amnistía Internacional se reunió con el ministro de Justicia de la nación, Germán Garavano, para presentarle sus principales preocupaciones en materia de derechos humanos en el país. Desde nuestra perspectiva, el Gobierno nacional, a través de la Secretaría de Derechos Humanos, dependiente del área de Justicia, debe asumir un liderazgo que permita situar a este tema en el centro de las iniciativas y los programas, para así consolidar a la Argentina como un ejemplo a nivel mundial de respeto, protección y promoción de los derechos fundamentales.
Durante el encuentro con el ministro Garavano, planteamos nuestra preocupación por las vacantes disponibles en la Corte Suprema de Justicia de la Nación y solicitamos que se tuviera en cuenta la diversidad de género en su integración a la hora de postular nuevos miembros.
Sin embargo, el nombramiento en comisión de dos jueces anunciado por la Presidencia marcó un precedente lamentable. Por un lado, no fue designada una mujer, lo cual viola el balance de género al que obligan los postulados del decreto 222/03 y los principios constitucionales y de derecho internacional de los derechos humanos. Por otro lado, no existen situaciones de urgencia ni de excepcionalidad que justifiquen recurrir a un nombramiento en comisión, sin acuerdo del Senado. Se viola la división de poderes y se afecta de este modo la independencia, la imparcialidad y la legitimidad del máximo tribunal.
En otro orden, subrayamos la importancia de sostener el trabajo de la querella del Ministerio de Justicia en el juicio oral y público por el encubrimiento a la investigación del atentado a la AMIA, como así también —fundamentalmente— mantener la relación y el apoyo a los familiares.
Lo mismo planteamos en relación con los juicios por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura, en los que el rol activo de la Secretaría de Derechos Humanos como querellante resulta crucial.
Destacamos la necesidad de implementar una efectiva política de prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres, a partir de la mirada amplia y abarcativa de las distintas manifestaciones de la violencia que contempla la ley 26485. En este sentido, consideramos imprescindible delinear una política nacional prioritaria y transversal del Estado a través de todas sus agencias, que no limite su acción sólo al plano doméstico e interpersonal, sino que destine los recursos humanos, financieros e institucionales necesarios para llevar a cabo esas acciones, con una mirada integradora de todas las formas de manifestación de la violencia contra la mujer. En este punto, advertimos sobre la violencia que ejerce el Estado cuando no establece políticas eficaces para implementar el aborto legal y remarcamos la necesidad de encarar de manera urgente un debate legislativo serio al respecto.
Finalmente, compartimos nuestro diagnóstico respecto a la violación estructural de los derechos que sufren las comunidades indígenas en la Argentina y señalamos la necesidad de trabajar de manera prioritaria en una política de Estado que aborde esta situación. En este marco, sugerimos y alentamos a que el nuevo Gobierno nacional reciba y escuche a las comunidades indígenas. Puntualmente, manifestamos la necesidad de que se reciba al líder qom Félix Díaz y a representantes de los qopiwini, que durante más de nueve meses acamparon en la avenida 9 de Julio, en pleno centro porteño, a la espera de una respuesta del Estado a sus reclamos.
El respeto, la promoción, la protección y el efectivo disfrute de los derechos humanos de todas las personas es la piedra angular sobre la que se sustenta un Estado de derecho. Además, se trata de una herramienta fundamental con la que cuentan los Estados para garantizar que, bajo su Gobierno, todas las personas puedan vivir con dignidad y sin discriminación, independientemente de su género, raza, origen étnico o cualquier otra condición. Por eso, la agenda de derechos humanos debe ser prioritaria y central en todas las intervenciones, los planes y las propuestas del Gobierno. En ese contexto, lo más relevante es que las buenas intenciones se vayan traduciendo efectivamente en hechos, cuanto antes.