“Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado.” - George Orwell
Cuando no hay memoria, no hay futuro.
Me disculpo de antemano si lo que cuento es demasiado obvio, o si es historia conocida para la mayoría de los argentinos.
Como bien sabemos, el país en que vivimos fue construido desde sus orígenes por inmigrantes. Estuvieron aquí desde antes de la Revolución de Mayo, y actuaron en los ámbitos más variados.
La inmensa mayoría de los argentinos -más del 95% de los habitantes- tiene algún ancestro inmigrante -europeo o de otro continente-, razón por la cual esto lo sabemos de primera mano: algún antepasado nuestro dejó su tierra natal, y se afincó y formó familia acá.
El sacrificio de varias generaciones de inmigrantes, se vio plasmado en seis grandes monumentos, solicitados por la Nación a los inmigrantes residentes en el país, en homenaje a la Nación en su Centenario.
El Monumento a cargo de los italianos residentes, se emplazó frente a la Casa de Gobierno –que entonces miraba hacia el río–. Quedó así incorporado al Sitio histórico de la barranca donde había estado el Fuerte español y luego la Aduana Taylor, demolida para dar origen en 1894 a la plaza Colón.
Este Monumento en honor a la Nación Argentina nos representa sin banderías políticas, sin divisiones de clase social ni de ideología: es un recuerdo de nuestro pasado, y como tal da cuenta de otra Argentina, la que existía en aquel momento, y que fue el origen del país que hoy conocemos.
Como todo monumento, el de los italianos inmigrantes no muestra lo que pensamos nosotros de aquella época, sino que recuerda a quienes lo construyeron: es un pedazo de historia viva, y es legado de generaciones pasadas a los argentinos de hoy. Por eso es un monumento: porque nos trae a la memoria una realidad ya olvidada.
Si ahora desmerecemos el esfuerzo económico que hicieron los inmigrantes -italianos y de otros orígenes- para poder regalarnos este Monumento, mañana bien puede ser el turno del de los españoles, o de cualquiera de los otros grandes monumentos del Centenario …
Lo grave de este olvido -llamémosle así- es que no podemos pensar un futuro en unión y en convivencia, si ni siquiera estamos en paz con nuestros orígenes, si ni siquiera podemos reconocer y valorar de dónde venimos. No es posible que nuestra Nación se pacifique, si el modo que tenemos de interpelar nuestro pasado es negarlo de raíz, intentando olvidar todo aquello de lo cual provenimos.
Más grave aún es que este ataque a la Memoria de la Nación, sea aceptado -y hasta festejado- por quienes son ultrajados: ¡los propios habitantes de la Nación homenajeada en el Monumento construido por residentes en nuestro país, y en homenaje a la República Argentina!
Pues lo que viene a la mente es: si ni siquiera vamos a honrar a nuestros abuelos inmigrantes, los que construyeron el país, ¿a quién vamos a honrar entonces? ¿Cómo mantendremos nuestra identidad -la de nuestros orígenes- si dejamos que se profane su recuerdo de este modo?
Tanto o más extraño, es que son nuestros gobernantes quienes deberían dar un mensaje de aceptación de nuestros orígenes, de respeto por nuestra Memoria, y también de respeto a las leyes de la Nación: el cuidado del patrimonio sigue figurando como prioridad en nuestras leyes.
Nuestra Academia Nacional de Bellas Artes se expidió oportunamente, antes que comenzaran a desmontar el Monumento, a través de sendas cartas a la presidente de la Nación y a las autoridades pertinentes. A veces conviene atender a los argumentos de los que saben de estos temas, y no están influenciados por consideraciones partidistas en sus valoraciones.
El ICOMOS –Consejo Internacional de Monumentos y Sitios históricos– indica en sus Cartas internacionales que “la ubicación física de un Ssitio histórico es parte de su significación cultural. Un edificio, una obra u otro componente de un lugar deben permanecer en su ubicación histórica.” También indica que no se puede reparar un Monumento desarmándolo, pues ¡se generarán muchos más daños de los que se pretende restaurar!
Sigue siendo un sacrilegio –profanación de un lugar digno de veneración y respeto– demoler un Monumento de esta talla en un Sitio histórico, y utilizar sus restos para construir uno nuevo. Tal es lo que han hecho al deshonrar esta Memoria, pues la nueva construcción ilegal –no hay una ley que la autorice– utiliza como base la cripta del Monumento desguazado !…
Agréguese a esto que ni siquiera han avanzado con la anunciada restauración, sino que sólo han comenzado a mover las quince estatuas y más de cien piezas de un lugar a otro …. y las han dejado sin custodia.
Se diría que el único motivo es quitar la posibilidad al nuevo gobierno de tomar las medidas que considere adecuadas …
Tampoco han esperado a que se dirimieran los juicios en trámite, y han avanzado con el desguace del Monumento, sin que se haya definido la cuestión de fondo: si un gobierno puede cambiar a su antojo un Sitio histórico, sin respetar las leyes de patrimonio ni las resoluciones judiciales.
Nos han hecho creer que semejante Monumento era en honor de una persona –Cristóbal Colón–, y no en honor de la Nación toda: esto ha generado un malentendido generalizado: si no era en honor de la Argentina, ¿cómo es que el Congreso Nacional decidió –en 1907– emplazarlo justo frente a la Casa Rosada?
Así siguiendo, se han sucedido las malinterpretaciones: en vez de asignar a cada actor su responsabilidad, han cargado todas las culpas sobre el Almirante, quien como en la frase “¡Maten al mensajero!”, termina haciéndose cargo de cuanta barbarie se ha cometido desde el Descubrimiento en adelante.
No podemos juzgar a una época pasada con la moral de la actualidad: no tenían ni defendían valores que hoy consideramos imprescindibles. Pero sí debiéramos esforzarnos por no tener una visión parcializada de la historia, y de la cuota de responsabilidad que le cupo a cada actor en las situaciones acaecidas: sólo así lograremos evitar seguir repitiendo en el futuro los errores del pasado.
Es inaceptable que quienes se dicen defensores de la Democracia y la República, sean quienes operan sin ningún respeto por las leyes vigentes: el Monumento se desarmó en violación a las leyes y a una resolución judicial; y la nueva estatua se está montando sin una ley que lo autorice … todo esto en una plaza ocupada por la fuerza, en contra de un convenio vigente.
Ojalá toda esta situación pueda resolverse con respeto por todo lo que está involucrado, y que la Justicia ponga en claro cuáles son los orígenes históricos que debemos recordar y honrar. De ello dependerá –como dice en el epígrafe– el derrotero que tome nuestro país.