Un modelo para la difusión de cultura popular

Martín Burgos

Karl Polanyi decía que la tierra siempre fue un bien común hasta la aparición de la propiedad privada hace 300 años, donde se “crea” un intermediario en la relación entre la tierra y el trabajador, el terrateniente, que cobra por lo que antes era gratuito. De esa manera se genera un “precio” donde no lo había, que representa un costo nuevo para el trabajador y una ganancia para el empresario.

Planteada en esos términos históricos, el análisis de la transmisión del futbol por televisión adquiere un sentido: un espectáculo que siempre fue público se transformó en privado durante los años noventa, generando grandes ganancias donde antes no las había. Esas ganancias resultan en un precio que tiene por función excluir el que no puede pagar, mientras que antes, el futbol gratuito incluía a todos, incluso el que no quería usar el servicio a través del pago de impuestos.

Saber si un servicio debe ser público o privado es una definición política: los usuarios buscarán que el servicio sea gratuito mientras que los empresarios buscarán generar una renta por prestar tal servicio. En esa pelea distributiva, el Estado y los clubes juegan su papel a favor de uno o de otro según las circunstancias, como bien lo sabemos, aquí y en todo el mundo.

La primera pregunta respecto de Fútbol para Todos es si los 1.410 millones de pesos presupuestados para este año son mucho o poco, dado que es financiado por todos los contribuyentes. Si dividimos esa suma por los 40 millones de habitantes que somos, son 35 pesos por argentino por año, 3 pesos por mes. Si lo dividimos por los 14 millones de hogares en el país, son 100 pesos anuales por hogar, o sea 12 pesos mensuales. A comparación, el cable suele costar 200 pesos mensuales, a lo que habría que sumarle el codificado para los “clásicos de la fecha” para poder medir la ganancia que se llevarían las empresas por hacer lo mismo que está haciendo la televisión pública. No tenemos que olvidar que si la cobertura de cable en el país es alta, es por la solidaridad instalada entre los vecinos para el pago “cooperativo” del abono.

A modo de comparación, TVN de Chile paga 5 millones de dólares por año (42 millones de pesos) a un cableoperador para difundir las jugadas destacadas y los goles. En Alemania, el canal público ARD paga 124 millones de euros anuales (1200 millones de pesos) para transmitir los resúmenes y 7 partidos por año.

En términos internacionales, la tendencia del negocio del fútbol es la de su completa privatización a manos de grupos de medios locales durante los años noventa, con resistencias puntuales que se saldaron llevando a la televisión abierta los partidos de fútbol (como el caso de la ley socialista de 1997 en España, que implicó la difusión de un partido por fecha al aire). Hoy ya no son los medios locales los que compran los derechos, por la inflación prohibitiva que conoció ese mercado, sino medios internacionales como Al Jazeera (dueño de los derechos de los campeonatos franceses y españoles) o Rupert Murdoch (campeonato de Alemania e Italia).

En consecuencia, se puede decir que Futbol para Todos es un modelo de difusión de la cultura popular distinto, orientado a una mejora en la distribución del ingreso en un mercado muy concentrado –el de los medios de comunicación. Si bien siempre se pueden aceptar críticas y mejoras en los contenidos, cabe resaltar que los costos no son altos para el contribuyente, mientras que para los hogares “futboleros” lo más difícil de ahora en más será: ¿cómo hacer para que lo que hoy es gratuito, no lo empiecen a cobrar el día de mañana?