Por: Martín Guevara
Aunque el movimiento de traslación del cuerpo celeste que habitamos, alrededor del astro mayor, no revista más importancia que el acceso a las licencias etílicas propias de estas fechas y la conquista de una buena excusa para poner en marcha el abrazo postergado, lo cierto es que cualquier medida de tiempo que se nos ocurra se presenta propicia como para, al menos por esta vez, detenernos ante el final de 2011 y el comienzo de 2012 y desearnos mutuamente un año nuevo que, si bien no inclinado hacia la prosperidad, que al menos logre encauzar esta inmensa crisis hacia su final, la cual en algunos hogares se lleva más esperanzas que en otros y en ciertos lugares se lleva incluso el pan de las canastas.
En Europa la preocupación máxima pasa por los costos que tendrá la crisis en materia de recortes de beneficios sociales y esa preocupación es propiedad de los más desfavorecidos. Ya que fundamentalmente es en este sector donde resulta más fácil colectar dinero. Entre otras razones, porque es el más acuciado por los diferentes temores frente al futuro y el más proclive a acatar órdenes en tiempos de peligro. Además, porque esta franja de la población, tan mayoritaria, está perfectamente ubicada y están controlados sus ingresos, tanto los de los asalariados como los de los autónomos. Existe el desconcierto generalizado de que no se les va a pedir el más mínimo esfuerzo económico a los causantes. Curiosamente, el proletariado, manifiestamente opuesto a reivindicarse como tal hasta bien entrada la crisis, ahora, aunque aún desconcertado y buscando un hito orientativo, empieza sin embargo a reconocerse en las preocupaciones propias de su clase, encontrándose tan familiarizado con esa incertidumbre que, aunque en un principio tenga visos de tragedia social, quizás no sea otra cosa que el feliz hallazgo del alma perdida. O la conciencia de clase.
Desaparecido hace décadas el influjo comunista en los asalariados europeos, sólo era cuestión de tiempo asistir al desarme del andamiaje, concebido para equilibrar la improbable seducción de las promesas que se vendían desde el marxismo.
Nada mejor que esta ingente crisis para llevarse por delante tales beneficios.
El año comenzará con cambio de signo en el gobierno de España y con las constantes de la economía en serio riesgo de colapso. Con las elecciones en Francia, donde todo parece indicar que ni haciendo uso del charme de Carla Bruni conseguirá Nicolas Sarkozy remontar las encuestas que lo dan por polizonte en el palacio del Elíseo, con todo lo que desde el país galo está en juego en política interior y exterior, que conjuntamente con Alemania comandan la salvación de la moneda única o la creación de dos uniones europeas de diferentes categorías.
Mientras en Rusia también se preparan para unas elecciones, con abucheos incluidos a Vladimir Putin por primera vez desde que ejerce el mandato, con una clase nacida a la sombra de la creciente anarquía en los mecanismos de control del desarrollo socioeconómico y otra clase que paulatinamente ha ido abandonando la vergüenza de mostrarse nostálgica de tiempos pasados, como certificado de su fracaso en la sociedad de la valía individual.
Del otro lado del Atlántico, aún en Occidente, los Estados Unidos se enfrentan a las elecciones más desabridas de su Historia reciente: deberán evaluar al presidente actual, sin haber tenido éste la oportunidad de aplicar casi ninguno de los planes que lo llevaron al poder. Si bien es cierto que gracias a esa crisis de la que se percibió como culpable a Bush es que obtuvo los votos para gobernar.
Aunque en apariencia fue hijo de la esperanza, lo era del desencanto. Barack Obama asumió la responsabilidad de conducir los destinos de los norteamericanos en el epicentro de la crisis económica, pero no tuvo ni siquiera la oportunidad con la que contó José Luis Rodríguez Zapatero en su primera legislatura, la de proveerse de un baño de simpatía durante el período de vacas gordas. Y la oposición norteamericana mostró una agresividad hacia el presidente poco frecuente en aquel país, donde en muchas ocasiones resultan irreconciliables las políticas de demócratas y republicanos, pero ello no impedía que una vez acabado el partido, se soliese tomar al ganador como el presidente de todos los norteamericanos y así se aceptaba y respetaba, en nombre del bien común, con alegría o a regañadientes, pero aceptando al nuevo director de orquesta.
El discurso de Obama no tiene sentido en la continuidad del Yes, we can, ya que no haría sino recordar las promesas naufragadas, y cualquier otra arenga que se aleje de su perfil inicial resultaría inocua en el estéril terreno de la clase media, más enfadada que preocupada, y sería contraproducente en su semillero de gente humilde.
Otras economías y realidades sensiblemente más optimistas y prósperas que las anteriores esperan se abran paso definitivamente este 2012 para ir tomando el mando del tren de la economía mundial, que salvo un imprevisto improbable, les tocará conducir por largo tiempo.
China encabeza este grupo de naciones, con varios retos entre sus objetivos. Primero, afianzar el consumo interno, para lo cual además de propiciarlo a través de la participación del pueblo chino en la ganancia de dinero y el desarrollo de diferencias socioeconómicas, legislando sobre deberes y derechos de las futuras clases sociales. Y entender que el mastodóntico ritmo del crecimiento macroeconómico que lleva está condenado a detenerse, en pos del novedoso y veloz desarrollo interno y el acceso a la mejoría en la calidad de vida de los ciudadanos. Y decidir qué hacer con el férreo control de la población cada vez más difícil de aplicar, a fin de mantener la mano de obra barata y el poder en los mismos nichos de manera peligrosamente indefinida.
La India y Brasil, aunque de composiciones muy diferentes, presentan precisamente las necesidades inversas, ganar en uniformidad y cohesión entre sus grupos sociales, tan abismalmente distanciados.
Un foco de atención de particular interés en el año que se avecina es qué les traerá Santa Claus a los habitantes de la isla de Cuba. Será importante evaluar la suerte que correrán las medidas que se empiezan a implementar, dirigidas por la vieja guardia, en la economía cubana. El rumbo que adquieran en la práctica las nuevas normas de liberación de áreas de comercio, que hasta ahora permanecían en el ámbito estrictamente estatal, será observado con atención durante este año crucial. Mientras se observa con intranquilidad la ausencia de propuestas en esa gran materia pendiente que es la democratización de la sociedad cubana. La apertura a la participación en la política nacional de las diferentes corrientes de pensamiento, tanto en las formaciones de partidos políticos, como en la libre expresión pública de las ideas.
Igualmente interesante resultará apreciar si los países de América Latina todos, tanto los presididos por gobiernos de expresión populista, o de izquierdas, como los tradicionalistas, o conservadores, consiguen abandonar el lastre histórico del caudillismo, de la apropiación del poder absoluto, de la actitud personalista y mesiánica en la forma de hacer y entender la política.
Brindo por que en este año que se avecina comience una decidida andadura en América Latina hacia la erradicación de las abismales diferencias sociales, la corrupción y la intolerancia, a través del uso de la participación ciudadana de manera pacifica, mediante la reflexión y la pausa.
Mientras el planeta Tierra cumplimente un nuevo giro al Sol, los hombres comerán y beberán celebrando el fin de la última frustración. La última.