Por: Martín Guevara
Analizar si Fidel Castro, el fidelismo y tanto sus decisiones como sus consecuencias responden a una necesidad o a una casualidad histórica, representa un trabajo complejo que probablemnte excedería los límites del decoro en la extensión de un artículo.
Pero en tal caso, convendría comenzar por diferenciar bien al Fidel de cuando cabía la posibilidad de que si se mantenía fiel al PCUS podría terminar dirigiendo de alguna manera un macroproyecto en América Latina y Africa, que era un Fidel belicista al cien por ciento, simpatizante con la carrera armamentista de la URSS, aquel Fidel que se enfadó cuando Nikita Kruschev retiró los misiles soviéticos que apuntaban a Estados Unidos, partidario del progreso industrial absolutamente contaminante, de las centrales nucleares, en su proceder era proclive al desarrollo a cualquier precio, obsesionado con la extracción de níquel en Moa en la provincia de Oriente, en una de las zonas con mayor riqueza en endemismo, líder militarista, que se mostraba dogmático, que aparentaba ser cientificista en sus planteos, en apariencia materialista dialéctico, ateo, antiregionalista, internacionalista, enemigo de todo gusto o resabio burgués; en contraste con el otro Fidel, en el que devino cuando quedó claro que dicho proyecto hegemónico y expansionista no tendría lugar por la caída del Imperio del proletariado, entonces experimentó sus camaleónicos cambios una vez más, y luego de un hábil giro de cintura, de dos pasos al costado y dos hacia atrás, se ubicó repentinamente de modo irreconocible por sus enemigos y menos aún por sus amigos, en el liderazgo de la propuesta de no pago de la deuda externa en América Latina, en oposición a Alan García y a medio camino de Raúl Alfonsín que planteaba una moratoria. Estaba en ciernes el líder caritativo, que venía a ofrecer su inteligencia en pos de los pueblos oprimidos, comenzó a dar entrevistas a Frei Beto, se confesó cristiano, habló de su afecto por los Jesuitas, de a poco empezó a sacudirse el aroma a satélite de potencia mundial que lo inundaba por los cuatro costados, comenzó la andadura cubana con la finalidad de llenar la isla de empresas y empresarios, carentes de escrúpulos marxistas, ofreciéndoles una mano de obra baratísima, sin que estuviese organizada en gremios, sindicatos, sin posibilidad de reivindicaciones laborales, luego se despenalizó la posesión de divisas, incluso se llegó a coquetear desde la dirigencia con ciertas formas de críticas a la posición de dominio abusivo de Moscú en su era comunista. Recibió al Papa, e incluso hizo un sorprendente ataque al pedido de captura y extradición a España del dictador Augusto Pinochet, esgrimiendo que era una bravuconada más de la metrópoli hacia los colonos, en lo que más se asemejaba a una defensa de sí mismo que a Pinochet.
Hemos asistido en más de medio siglo de poder controlado por los mismos y concentrado en los hermanos Fidel y Raúl, a todo tipo de promoción y derogación de leyes, destituciones a quienes ellos habían nombrado, fusilamientos a quienes hasta entonces eran héroes nacionales, y vuelta a poner a alguien que a los pocos años era vuelto a destituir, ministros suicidados en celdas, políticas errantes puestas en prueba, borradas del mapa y vueltas a proponer, como los mercados libres campesinos, los taxis y paladares particulares, en fin un cúmulo sin parangón de despropósitos que si no fuese por su alto contenido trágico y dramático, nos podríamos quedar con su profundo calado cómico.
Sin embargo, aun cuando jactancioso me pavoneo por ahí asegurando ser ya inmune a cualquier sorpresa en materia de escasez de coherencia, vergüenza o dignidad política, debo admitir que jamás me habría podido imaginar que estando vivo Fidel y gobernando su hermano, con el mismo Buró político del mismo Partido Comunista Cubano como instrumentos de poder, los que tantas penurias y división entre las familias causaron por sus caprichosas disposiciones migratorias, tanto para salir del país quienes quisiesen viajar o irse a probar suerte al extranjero, como para entrar a Cuba aquellos a los que se les había desterrado, por batistianos en un principio, inmediatamente después por burgueses, luego por pequeños burgueses, luego por escorias, por homosexuales y por prostitutas, por diversionismo ideológico, y al final ya por disidentes, que no es otra cosa que por revolucionarios.
Así sin más, sin pedir perdón a tantas víctimas de un abuso masivo, de una anacrónica disposición imposible de explicar ni de defender , aun cuando hasta antes de ayer era respaldada por una pléyade, tanto de dentro como de fuera de la isla, quienes paradójicamente solían pasarse buena cantidad de su tiempo, viajando sin demasiadas restricciones con sus mensajes propagandísticos.
Aún teniendo en cuenta que ciertos grupos sociales no podrán beneficiarse de esta medida, no por su carácter tardío o por incompleto dejaré de reconocer lo reparadora que resulta en comparación con lo que hasta este punto había.
No me parece el momento de criticarla si va por el buen camino, pero quizás sí podría ser considerado propicio, deseable, plausible, unas convenientes disculpas, que aunque algo tardías para portar el elixir de la sanación, al menos sí a tiempo para concederle al futuro la posibilidad del perdón.