Por: Martín Guevara
Creo que lo mejor que podía pasar en Cuba es lo que está pasando con los tímidos pero significativos cambios de Raúl, con algunas variantes que cualquier disertante introduciría desde luego, pero ello no dota al General de Ejército precisamente de autoridad moral para hacerlos, ya que Raúl no fue un disidente ni siquiera un actor más del proyecto marxista leninista, en el Buró Político ni en ninguna instancia de la “Involución”.
En su favor cuenta el hecho de que el contraste que existía entre las FAR, la cual era su coto experimental, y casi cualquier otra organización en cuanto a la adhesión de los pies en la realidad, en cuanto a simpatía reflejada en el afecto del pueblo. Era algo palpable cada día, era frecuente ver un teniente coronel de las FAR durmiendo en una guagua de vuelta a casa absolutamente despreocupado de su entorno, incluso sintiéndose protegido, o en su side-car dando un aventón a cualquiera en el barrio, sin embargo ver lo mismo, incluso unos tres grados militares más abajo, en el MININT o en cuadros ministeriales o del PCC comportaba sencillamente una entelequia.
Además las FAR depredaba lo que producía. Vivieron en una realidad diferente al resto del país, más saneada económicamente durante gran parte de todos aquellos años de subvención soviética, sabían producir lo que precisaban en viandas, avituallamiento, enseres de primera necesidad, por supuesto no en industria de tipo semi ni pesada, ni armamentista. Yo mismo trabajé en una empresa como civil de las FAR y me place atestiguar esto.
Ninguno de estos cambios están hechos en contra de Fidel como algunos quieren que parezca, para tener un novísimo líder, un flamante revolucionario, el disidente Raúl.
Esto es un plan en el que Raúl toma el riesgo como figura que comanda el cambio, de quedar para la posteridad bien, regular o pésimo, eso se verá con el devenir de los acontecimientos, pero Fidel se reserva un sitio ya perenne en la Historia, de líder excesivamente cruel para algunos, de dictador personalista para otros o de un espectro que se mueve desde lo pseudo hasta lo revolucionario, para sus simpatizantes.
El hecho de que yo aplauda a Raúl por hacer lo que estimo lo más correcto en el estado de las cosas, no borra su historia en absoluto. El hombre que te eliminaba si planteabas simpatía por otra letra del abecedario que la “A”, es el mismo que ahora asegura que su política es la “Z” y te conmina inquietantemente a simpatizar con ella. Pragmatismo mediante, está muy bien, pero claro, muy serio no es. Como cuando su autocrática más profunda al acordar el fusilamiento a su amigo y subordinado Arnaldo Ochoa, por no percatarse él como su responsable inmediato en absoluto de los trapicheos que se le adjudicaron de manera muy poco transparente en un juicio sumarísimo y repleto de irregularidades, fue aquel “Me miré en el espejo y vi lágrimas en mis ojos!” que nos dejó atónitos a tantos, ya que todos esperábamos un “lo siento por no haber sido vigilante”, o un “yo que soy su inmediato superior tengo la máxima responsabilidad por sus actos, me inmolo o pongo mi cargo a disposición” o bien “este harakiri lo dedico a la hinchada que me ve por la TV”.
Bueno la verdad es que eso no lo esperábamos nadie. Raúl no era japonés.
Y por favor que no se preocupe nadie por los futuros cargos o puestos, ya los obsecuentes de turno tienen todo copado desde hace buen rato.
La nieta de Mao es una de las mujeres más ricas de China, la hija de Dos Santos es la mujer más rica de Angola, el hijo de Fidel gana torneos de golf en Varadero contra jugadores ingleses, la hija de Raúl cada vez pide más visas para entrar a EEUU, al final nos harán sospechar que las revoluciones se hacen para cambiar de manos el vil y sin embargo tan perseguido y ponderado metal.
Veremos de aquí a unos lustros en que andan los grandilocuentes “Patria o muerte” de ayer y de hoy (de hoy ya cada vez menos), veremos si estarán en la Sierra Maestra o en el Escambray combatiendo esta vuelta al capitalismo, esta vil traición, o si estarán montados en el dólar como aquellas hijas y nietas de aquellos dirigentes acérrimos, del mismo modo que hoy lo están en el poder.
Porque tengamos bien claro una cosa, lo que define el ser de izquierdas, el ser progresista, contestatario, no es la autodenominación, como todo en la vida es una cuestión de hechos no de palabras, quienes ostentan el poder reprimiendo y viviendo a cuerpo de rey son la derecha lo pinten como lo pinten, y quienes de alguna manera intentan equilibrar esa balanza, son todo lo demás, aunque como con el ardid del poli bueno y el poli malo, ahora habrá quien intente hacernos ver que Raúl liberó a Cuba de ls garras de Fidel.