La madre de la criatura

Martín Pittón

El Vicepresidente fue procesado por negociaciones incompatibles con la función pública y cohecho pasivo. Dicho de otra manera, el juez considera que Amado Boudou utilizó su cargo de ministro de economía primero y vicepresidente después para cobrar una coima que consistió en el 70 por ciento del paquete accionario de Ciccone Calcográfica. Dos delitos que prevén una pena de entre uno a seis años de prisión. Pero acá no terminan los problemas del segundo hombre en importancia institucional de la Argentina. Una lectura detenida del auto de procesamiento lleva a concluir que el juez Ariel Lijo podría tener en mente achacarle en el futuro el delito de asociación ilícita; un delito mucho más grave que los anteriores en especial si al Vice se le endilgara ser el jefe de dicha organización.

Amado Boudou es un muerto político que hace bastante superó a María Julia Alsogaray en el tristemente célebre ranking de la corrupción. Su ascenso a lo más alto del poder, originalmente imaginado como un sucesor del modelo y representante de la juventud militante, es una creación exclusiva de Cristina Fernández de Kirchner. En esta oportunidad la presidente no podrá decir que Néstor le puso a su compañero de fórmula. Ella y solo ella fue quien moldeó a Boudou y a pesar de su pertinaz silencio ha hecho no pocos gestos de apoyo sentándolo a su lado en decenas de apariciones públicas.

Cristina Fernández no va a entregar a Amado Boudou porque a juicio de ella sería lo mismo que claudicar frente a esos conspiradores, una y mil veces denunciados pero nunca identificados. No pocos kirchneristas juran y perjuran que si Néstor Kirchner hubiera estado vivo Boudou jamás habría sido vicepresidente. Sin embargo, a esta altura no es más que una anécdota.

La Presidente cree, equivocadamente, que pedirle a su vice que al menos se tome una licencia sería mostrarse débil ante reclamo de la oposición y él padecería el síndrome del “pato rengo” antes de tiempo. Claro, todo el costo político lo pagaría ella y por eso la orden es aguantar y comparar la situación de Boudou con la del Jefe de Gobierno Mauricio Macri. Así ya lo han hecho los diputados Carlos Kunkel y Ricardo Felletti y por supuesto el jefe de gabinete Jorge Capitanich. El pequeño detalle es que Macri fue procesado por el juez Norberto Oyarbide, que en términos políticos es algo parecido a ser un perseguido del gobierno.  Fernández de Kirchner cree que si van por el vicepresidente después irán por ella, pero también debe ser consciente de que hasta ahora utilizarlo a Boudou como escudo protector no parece ser el remedio más eficaz.

Boudou ya no es aquel que convocó a los periodistas en el Senado y se “cargó” al procurador Esteban Righi, al juez Daniel Rafecas y al fiscal Carlos Rívolo. Todo con la anuencia y aprobación de Cristina Fernández de Kirchner, que pretendía mandar un mensaje inequívoco al Poder Judicial. Por aquel entonces, Amado Boudou parecía intocable y probablemente pensó que jamás llegaría a ser procesado en la causa Ciccone y probablemente en pocas semanas corra la misma suerte en la causa donde se lo investigar por supuesto enriquecimiento ilícito. De hecho, éste será el próximo dolor de cabeza que deberá afrontar el vice. El mismo juez Lijo quiere saber cómo pasó a tener bienes por cerca de $ 300.000 en el 2002 a presentar una declaración jurada que supera el millón diez años después. Una aumento de más del 200 por ciento. Una verdadera década ganada.

Sin embargo, el principal problema lo tienen los candidatos del kirchnerismo; cuyas campañas pueden verse deterioradas a medida que la presunción de inocencia de Amado Boudou se desvanece. Seguramente, deberán contestar qué harían con  el vicepresidente frente a una situación similar.

Cristina Fernández es la madre de la criatura que convirtió en su vicepresidente. Ella lo eligió y lo moldeó pensando en la continuidad de un modelo que ya no puede resistir el embate de la realidad. La pregunta que muchos se hacen es qué hacer con Amado Boudou, que ya ni siquiera podría tocar la campanita en el Senado frente al temor que la oposición lo haga vivir una situación incómoda. Esa respuesta sólo la tiene Cristina Fernández de Kirchner.