Por: Martín Pittón
Murió Julio Humberto Grondona. Tenía 82 años y estuvo al frente de la AFA durante más de treinta años. La noticia eclipsó las febriles negociaciones contrareloj, que en simultáneo lleva adelante el gobierno argentino para evitar el default gracias a los “buenos oficios” de un grupo de bancos.
El Ferretero, como lo llamaban despectivamente quienes no lo querían, era la envidia de muchos políticos argentinos. Fue reelecto presidente de la Asociación del Fútbol Argentino en siete oportunidades -la primera durante un gobierno militar. Consiguió perpetuarse en el poder y solo la muerte lo separó del sillón de mandamás del fútbol argentino y también de su enorme influencia a nivel internacional.
A lo largo de su gestión desfilaron 15 presidentes y vio pasar a 3 Papas. En ese lapso la selección argentina consiguió 11 títulos, entre ellos el campeonato del mundo de 1986. Los que lo defienden afirman que tuvo la inteligencia para pertenecer al selecto grupo de hombres que convirtió al fútbol en un espectáculo global y que fue una mente brillante en la organización de uno de los negocios más redituables del mundo.
No hay dudas que Don Julio supo moverse políticamente para permanecer en el poder y se reinventó una y otra vez. Grondona fue una pieza clave para el amalgamamiento del fútbol y el poder político, y fue sospechosamente tolerante con uno de los emergentes de esta alianza bien argentina: los barrasbravas. Un fenómeno que en el 2013 se cobró 14 muertes y que en los últimos diez años provocó 71 víctimas. Julio Grondona impertérrito no dudó en mandar a un periodista a hacerse cargo del problema de la seguridad en el fútbol.
Uno de los mejores ejemplos de su pragmatismo político fue sacar una jugosa tajada de la guerra entre el kirchnerismo y el Grupo Clarín. El 20 de Agosto de 2009, en el predio que tiene la AFA Ezeiza, donde velan sus restos, fue presentado el programa Fútbol para Todos. Una iniciativa que tenía por objetivo sacar a los clubes de sus eternos problemas financieros y financiar los deportes olímpicos. Nada de eso ocurrió. Los clubes siguen pobres, los deportes olímpicos son tan anónimos como siempre y las arcas públicas ya llevan desembolsados $ 6.127 millones, a razón de unos $ 4 millones por día. A cambio, el kirchnerismo secuestró los goles y armó un monumental aparato de propaganda financiado por los impuestos de todos y todas. Y Don Julio una vez más, como tantas otras veces, consolidó aún más su poder.
Grondona fue un dirigente que trascendió al fútbol, es el fiel reflejo de la Argentina decadente. De los que dicen que llegan para servir, pero con el correr de las décadas el balance da como resultado que se sirvieron ellos. Fue un hombre que se mostró insensible con las decenas de muertos que cobró la violencia en el fútbol. Que una y otra vez se hizo el desentendido con los millonarios negocios que tienen montados las barras. Que sabía exactamente cuándo mirar para otro lado.
Nunca fue político pero siempre supo ser un dirigente oficialista. Mientras todos pasaban, él quedaba. Grondona es el exponente de un país que venera caudillos, que aplaude a los acumulan para sí mismos pero que detrás dejan muy poco. Un buen ejemplo de esto es que, desde hoy, el presidente de la poderosa AFA es Luis Segura, hombre fuerte de Argentinos Juniors y recientemente involucrado en la reventa de entradas en el Mundial. Probablemente, un digno sucesor.