Por: Martín Santiváñez
Latinoamérica no se comprende sin el cristianismo. Latinoamérica no existiría sin el cristianismo. La fe católica construyó el continente americano. Desde México hasta Tierra del Fuego, la Iglesia ha contribuido de manera decisiva a formar una síntesis viviente de culturas que se plasma en todas las ramificaciones materiales de la vida latina. Sin el cristianismo no seríamos lo que somos: el continente mestizo por excelencia, el territorio de todas las sangres.
Francisco, el Messi de la fe, nació en esta tierra compleja, herida por una profunda desigualdad. Los abismos sociales han creado un resentimiento cainita, que en algunos lugares ha tomado forma política, enfrentándonos unos a otros con la esterilidad indefendible de la violencia política. El Papa que viene del sur tiene ante sí el reto de conducir a la Iglesia por las turbulentas aguas de ese relativismo evanescente que nos empuja a construir un mundo etsi Deus non daretur, como si Dios no existiese.
Francisco, con toda la autocritica que su nombre refleja, es el papa de la humildad, de la pobreza y de la nueva evangelización. El Santo Padre es un hombre que no ha dudado en enfrentarse a la demagogia populista, sosteniendo la doctrina católica con valentía y llamando a los católicos a dar un paso al frente, sin miedo, conscientes de su responsabilidad en un entorno francamente adverso, siempre buscando la unidad sin renunciar a la verdad. La Iglesia latinoamericana, que tanto ha hecho por la solidaridad, hoy entrega al hijo de sus entrañas, un sacerdote comprometido con los más pobres, como el maestro. El mensaje es claro: los cristianos del tercer milenio no podemos permanecer indiferentes ante aquellos que el mundo olvida, ante aquellos que el mundo proscribe y desprecia, distraído como se encuentra por las luces de neón del nihilismo plomizo y la más oscura levedad.
Latinoamérica tiene mucho que ofrecer a la humanidad. Por ahora, un gran papa. Latinoamérica no es el extremo occidente. Más bien, por su capacidad para aquilatar la herencia espiritual del cristianismo, Latinoamérica es el arca de la civilización occidental, la esperanza de la Iglesia. El papa que viene del sur, el papa del continente mestizo, no está solo en los mares de la historia mientras pilota la barca de Pedro. Francisco debe saber que sus hijos latinos, orgullosos de su pastor, navegan junto a él.