Por: Martín Santiváñez
Repasando las noticias de Latinoamérica en las que resaltan, cada cierto tiempo, sendos escándalos sobre corrupción política y empresarial, recordé la visita que hace unos meses hice a la Academia Internacional Anticorrupción de Viena (International Anticorruption Academy, IACA, por sus siglas en inglés). La Academia, fundada en 2011, es una iniciativa conjunta de la oficina de las Naciones Unidas contra las drogas y el crimen (UNODC), la República de Austria, la Oficina Europea Antifraude (OLAF) y más de sesenta Estados-parte de la ONU. Se trata por tanto, de una organización internacional que funciona de forma independiente promoviendo los más novedosos métodos para el control de la opacidad y la implementación de la transparencia, en virtud a un compromiso serio e imparcial con la innovación y la calidad de la democracia.
La academia tiene como objetivo educar, entrenar, generar redes de intercambio y cooperación en el ámbito de la anticorrupción. Pero lo más interesante de su metodología es que aplica un enfoque “holístico” que combina la investigación interdisciplinaria con la dimensión práctica, integrando saberes de forma continua, vinculando profesionales de diversas disciplinas, y colaborando en el diseño y puesta en marcha de medidas tailor-made para los gobiernos y las organizaciones que así lo soliciten. IACA es una academia pionera en muchos sentidos porque busca el diálogo entre los académicos y los actores de la anticorrupción. A veces, es cierto, el mundo académico tiene la tentación de encerrarse en la torre de marfil y en quimeras astrales e irrelevantes. Esta academia, por el contrario, lo que pretende es el diseño eficaz de instituciones que ejerzan el control de manera adecuada, formando “guerreros de la integridad” capaces de enfrentarse a una corrupción que se ha transformado en un gran fenómeno global, sofisticado y complejo, presente en todas las culturas hasta convertirse en el gran reto de nuestro tiempo.
¿Cómo frenar la corrupción en Latinoamérica? ¿Cómo combatir de manera eficaz la opacidad? La ausencia de control o el control dependiente que se politiza son las rémoras a las que tienen que enfrentarse aquellos que apuestan por la integridad y la transparencia. La corrupción tiene que ver, por supuesto, con las múltiples inercias de nuestra cultura política, pero también con una estructura de incentivos que se copia indiscriminadamente sin un proceso de adaptación (tailoring). Es preciso utilizar la imaginación prospectiva, el imprescindible diálogo interdisciplinar que nos ayude a combatir el complejo fenómeno de la corrupción desde todos los ángulos posibles. La globalización ha fomentado la complejidad social. Y Latinoamérica, en este sentido, es un Aleph, un continente multidimensional, dónde la implementación de las políticas públicas ha de estar precedida por un análisis sintético que recupere para el realismo político aquello que Víctor Andrés Belaunde llamaba “el contorno y el confín”.
Precisamente por eso, necesitamos iniciativas como las de la Academia Internacional Anti-corrupción. Necesitamos organismos independientes que se dediquen a mejorar los procesos de control y que generen relaciones vinculantes para la sociedad, sin renunciar a la sensibilización y la educación en valores. De hecho, como bien señala el Decano de la Academia, el austríaco Martin Kreutner, existe una especie de “particularismo educativo” en la formación de los operadores contra la corrupción. En virtud a este sesgo, los operadores de la transparencia son entrenados en función a sus profesiones: los abogados como abogados, los fiscales como fiscales, los investigadores como investigadores y los policías como policías. Hay muy poco contacto con otras disciplinas y gremios, lo que provoca, por fuerza, una segmentación del conocimiento sobre la ciencia del control.
La Academia Internacional Anticorrupción nace para superar este universo disperso, fruto de la fragmentación propia de un mundo tecnocrático y globalizado. Para los latinoamericanos, IACA es un modelo de educación integral, de voluntad holística y de management anticorrupción. Por eso, mientras admiraba la belleza quieta de Laxenburg, antigua villa en la que se yergue el Palacio Kaunitz-Wittgenstein, sede de la Academia, tuve la certeza de que allí tenían que acudir todos aquellos latinos que aspiran a combatir la corrupción de la bóveda del tesoro de los Kirchner, el clientelismo del PT brasileño, la mafia autoritaria del fujimontesinismo, los excesos de la boliburguesía chavista y el saqueo de la piñata sandinista. Sí, en aquél palacio austríaco, dónde Mozart ejecutó sus partituras magníficas, hoy, en pleno siglo XXI, un puñado de mujeres y hombres se empeñan en componer para nosotros una gran sinfonía de transparencia e integridad.