Por: Martín Simonetta
Son muchos los temores y las preguntas que surgen a partir de la crisis económica que enfrenta en estos días el Brasil de Dilma Rousseff. Tras el escándalo de corrupción en Petrobras, nos encontramos frente a lo que se ha dado en llamar “efecto cachaça”, que –entre otras características- se manifiesta en una devaluación del real de alrededor de un tercio de su valor respecto de otras monedas, en el lapso de un año. En esta línea de denominaciones, ya en los 90 se había utilizado el término “efecto caipirinha” (1997) para referirse a las consecuencias regionales de otra crisis brasileña así como se acuñó el de “efecto tequila” con relación al caso mexicano de 1994.
Uno de las consecuencias inmediatas de una devaluación es el abaratamiento relativo de los bienes y servicios exportables respecto de los extranjeros, y el incremento del costo –en moneda local, es decir en reales- de los importados. En consecuencia, y al menos por un lapso determinado hasta que los precios se reacomoden, el temor es que Brasil pueda exportar más (por la baja de costos asociados al tipo de cambio) e importar menos, con lo cual la llamada “devaluación competitiva” sería sólo “pan para hoy y hambre para mañana” si la economía de aquel país no hiciera los deberes necesarios para ganar una verdadera competitividad.
¿Cómo afecta la devaluación de Brasil a la Argentina? En primer lugar, Brasil es nuestro primer socio comercial, representando uno de cada cinco dólares que el país exporta. Tengamos en cuenta que el segundo comprador de nuestras ventas externas es China, es decir que dos de los BRICS juegan un rol primordial en nuestras exportaciones. Con respecto a las importaciones, también Brasil es el socio número uno de la Argentina, significando alrededor de un 30% de las compras externas de la Argentina, seguido también por China.
¿Cuáles son los otros socios comerciales de Brasil que deberían prestar atención a lo que sucede en aquel país? Si lo miramos desde esa perspectiva, veremos que los principales destinos de sus exportaciones son China (17%), los Estados Unidos (11%) y la Argentina (7,4%), en tercer lugar. En el caso de los países de origen de las importaciones de Brasil se repiten también los mismos tres países: China (15,3%), los Estados Unidos (14,6%) y la Argentina (7,4%).
Recordemos que en la actualidad el Mercosur (Mercado Común del Sur) es –técnicamente- una unión aduanera imperfecta. Es decir que, más allá de denominarse “mercado común” –que implicaría la libre circulación de factores productivos, es decir capital y trabajo- en realidad se encuentra en etapas previas del proceso de integración, habiendo alcanzado la formación de una zona de libre comercio intra-zona (pero no para el cien por ciento de los productos) y habiendo establecido un arancel externo común (pero no para todos los productos). Además, debemos mencionar las enormes diferencias macroeconómicas y políticas entre los líderes del bloque. Un ejemplo de ello es la abismal distancia entre las inflaciones de la Argentina (cercana al 30 por ciento) y la de Brasil (cercana al 8 por ciento), así como las complejidades de la política cambiaria y sus efectos distorsivos sobre el comercio.