Mercosur: ¿fin de un matrimonio por obligación?

Martín Simonetta

Las actuales negociaciones dentro del bloque Mercosur –cuyos resultados se verían concretados en la próxima cumbre del mes de junio en Brasil- muestran un cambio fundamental en la historia de este proceso de integración nacido entre 1991. La posibilidad por parte de los países miembros de firmar acuerdos comerciales con países externos al bloque marcaría un punto de inflexión respecto de las más de dos décadas de existencia del acuerdo.

¿Qué significaría este cambio? Hasta el momento los países del Mercosur sólo pueden firmar acuerdos comerciales con terceros países en bloque. Es decir, todos o ninguno. Ésta es una de las grandes diferencias con otros procesos de integración del continente como el NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte, integrado por Canadá, Estados Unidos y México) en el que cada país puede establecer tratados de forma independiente. Un ejemplo de esto, es el acuerdo de libre comercio México-Unión Europea. Esta posibilidad, dota a los procesos de integración económica de un dinamismo competitivo positivo. A la inversa, la posibilidad de negociar sólo en bloque desincentiva esta tendencia y consolida el proteccionismo en importantes sectores de la economía.

Para no ver sólo el aspecto negativo del Mercosur, debemos decir que desde su fundación el Mercado Común del Sur ha recorrido un largo camino económico y político y ha disuelto las hipótesis de conflicto existentes en la década del 70, cuando Argentina y Brasil no se encontraban tan lejos de un conflicto bélico, por ejemplo, por causa de la represa de Itaipú. Hoy ambos países han incrementado fuertemente su cooperación comercial y la hipótesis de conflagración es –afortunamente- parte del pasado. La máxima que dice que “nadie mata a su cliente” funcionó de manera excepcional en este caso. Por supuesto que el giro democrático que caracterizó a la región a partir de los 80 también fue un factor fundamental en este proceso. También los incentivos positivos derivados del comercio, deshicieron las hipótesis bélicas que la Argentina tenía en su frontera con Chile.

¿Cuál es el estado actual del proceso de integración? Si bien se utiliza la denominación “mercado común” (meta del Tratado de Asunción), el estado actual de este proceso de integración es el de una “unión aduanera imperfecta”. Imperfecta en tanto no cuenta con libre comercio intrazona ni tarifa externa común para todos los productos. De todos modos, si comparamos las exportaciones totales del Mercosur en el año de su fundación (1991) con las del presente, veremos que se han multiplicado por seis, pasando de cerca de 50 mil millones a 300 mil millones de dólares. Por otro lado, las exportaciones intra-zona de los países pasaron de representar un 11 por ciento en 1991, alcanzando  un pico de 25 por ciento en 1998, habiendo caído en la actualidad a alrededor del 15 por ciento. Este indicador muestra el retroceso del avance del comercio dentro del bloque.

En la actualidad las diferencias en materia de política de comercio exterior y cambiaria, e incluso monetaria, dificultan la armonía y viabilidad de las relaciones intra-bloque. Sólo a modo de muestra, el abismo entre la inflación de sus principales socios (y sus efectos comerciales) es más que elocuente: mientras que la de Brasil ronda el 8 por ciento anual, en la Argentina se encuentra en torno al 30.

En estos momentos estamos ante una decisión anunciada pero que se hizo esperar mucho tiempo: la flexibilización del Mercosur y la posibilidad de que cada país miembro pueda negociar acuerdos comerciales de manera individual con terceros países. Las próximas semanas dirán en qué medida concreta se avanza en esta medida, pero lo cierto es que la incorporación de este componente dinamizador –empujado originalmente por el pequeño pero poderoso Uruguay, y actualmente apoyado por Brasil y Paraguay- abre una nueva puerta, perspectivas y expectativas para este anquilosado Mercosur, transformándolo de un desgastado “matrimonio por obligación” –que encarcela la competitividad de algunas de sus partes- a un proceso de integración más dinámico y proactivo, donde cada país miembro podría firmar nuevos acuerdos de forma individual.