Por: Martín Yeza
Creí haber visto todo en política hasta que llegó el heredero de Chávez, Nicolás Maduro, haciendo campaña para ser Presidente de un país importante como Venezuela luciendo un pájaro en la cabeza -que evocaría el alma y espíritu de Hugo Chávez-.
Vivimos en Argentina, Latinoamérica. El domingo, Maduro -el del pájaro en la cabeza- le ganó a Henrique Capriles, quien anteriormente se había enfrentado a Chávez en unas elecciones envueltas en todo tipo de denuncias. El resultado fue de 50,66% a 49,34%. Somos pocos, nos conocemos y sabemos que el resultado de esas elecciones huele feo.
El domingo, también, Jorge Lanata presentó una de las investigaciones periodísticas más osadas desde el regreso de la democracia -y acá se van a detener los kirchneristas, entretenidos sobre si es la segunda, la tercera o la cuarta- sobre el proceso de lavado de dinero en el que estarían implicados en primer lugar Néstor Kirchner y luego sus socios: Lázaro Báez y Cristóbal López, pasando por Leonardo Fariña, Karina Jelinek, Fabián Rossi, Ileana Calabró, entre otros. Todo turbio.
Del informe surge que a la plata la pesaban, no la contaban. Habrían pesado cerca de 5 mil millones de dólares.
Esto abre un interrogante: ¿para qué se quieren 5 mil millones de dólares? La patológica desesperación por tener cada vez más y más poder es una respuesta. Otra puede ser un llamado a la atención sobre el peligrosísimo proceso en el que ingresó Argentina con La Cámpora dirigiendo el Registro Nacional de Armas, y rumores -como los que habían sobre Fariña- de grupos políticos que se están haciendo de armas. Escalofriante.
Todo lo que viene sucediendo da terror. Pero eso es lo que quieren lograr, que tengamos miedo de cambiar y decirles a la cara que no.
Ya vimos como escrachan a periodistas que no aceptaron ser sus empleados, también nos acostumbramos a comprar comida y zapatillas en cuotas para ganarle a la inflación, y ni hablar de la posibilidad de soñar con tener una propiedad o irte de viaje con lo que pudiste ahorrar ya que para la AFIP no vas a tener capacidad contributiva.
No te quedó otra más que comprarte un LCD y ver Fútbol para todos. Y cómo 678 se convirtió en el “Diario de Cristina”.
El año pasado los cacerolazos del 13S y 8N me devolvieron la esperanza. Muy pacíficamente le dijimos a la Presidente que afloje, que no puede estar tanto tiempo pensando en embromarnos la vida, que se ocupe de los problemas verdaderos, que ser suave es mejor.
La semana pasada el kirchnerismo lanzó una batería de proyectos de ley para “democratizar la Justicia”, tema que traté la semana pasada en “Partidización de la impunidad”, donde básicamente dije que es todo un enorme verso, que lo único que quieren es no ir presos después del 2015. Quieren aprobar a través del Congreso de la Nación una manera de tener un control total de la Justicia.
Siempre me pareció que las consignas que llamaban a “Defender la República” o “Defender la Justicia” no estaban vinculadas a problemas reales. En este contexto creo que sí tienen que ver.
Te van a decir que “la oposición no tiene rumbo”, que “no hay quien pueda liderar” todas estas marchas y convocatorias históricas, porque no entienden que los cacerolazos no tienen nada que ver con las elecciones, que eso es algo que sólo le importa a los políticos. Los cacerolazos tratan acerca de poner límites, de decirles hasta dónde llegaron.
El año pasado junto a Lisandro Varela -@buenbipolar- escribimos “Un cacerolazo que diga que suave es mejor”, donde dijimos: “El cacerolazo tiene que tener dos elementos de John Lennon, ser setenta por ciento Power to the people, el Lennon de la gorra, megáfono y enojo, y treinta por ciento Give peace a chance”. No le cambiaría una coma.
Este jueves 18 de abril o #18A, voy a Plaza de Mayo, una vez más, a pedir normalidad y en este caso a que la Presidente nos escuche, que afloje un poco y deje que las cosas funcionen como tienen que funcionar. Que juzgamos mejor cuando nadie nos presiona, que no queremos seguir comprando comida en cuotas, y que en 2015 no queremos un candidato a Presidente con un pingüino en la cabeza.