Por: Martín Yeza
Escuchar al Cuervo Larroque hablar de amor fue extraño.
El sábado Cristina dio una entrevista a Hernán Brienza y dijo que ella no compartía la visión “amigo-enemigo”, luego de haber hecho una campaña cuyo slogan fue “En la vida hay que elegir”, que La Cámpora profundizó con su campaña “En la vida hay que confrontar”.
Siempre sentí una enorme curiosidad por la fé y las religiones, sobre todo porque nunca nos entendimos muy bien con la fe religiosa, por lo que cada encuentro con alguien del mundo religioso para mí es una experiencia maravillosa. Hace unas semanas compartí un café y unas palabras con el padre Fabián Báez -quien tiene una original cuenta de twitter: @paterfabian-, que pertenece a la Arquidiócesis de Buenos Aires y se desempeña en la Parroquia del Pilar. Por supuesto, nuestra conversación se centró en el fenómeno de Francisco y la enorme admiración que genera en múltiples sentidos, al padre en lo religioso y a mí en lo político. El padre Fabián me contó de un reciente discurso de Francisco en un seminario que brindó en Río de Janeiro, donde tiró de las orejas a los sacerdotes con muchos argumentos que podrían ser sintetizados en esta frase: “Después de una batalla lo primero que hay que hacer en un hospital de campaña es curar las heridas, curar tantas heridas de gente que se fue, que se quedó a mitad de camino, que se confundió, que se desilusionó”.
El padre Fabián interpretó estas palabras como un mandato elegante en donde el Papa convocaba a “dejar de enseñar y dedicarse a curar”; que quizás ya haya tiempo para enseñar, pero que primero hay que curar. A mí me pegó por otro lado.
Lo pensé más acá; cómo se hizo costumbre hablar con el “dedito levantado” desde la política, cómo son muy pocos los que plantean posibilidades en lugar de convicciones, cómo están devaluados casi todos los cargos de la República. Que si no sos presidente, sos nadie. Entonces todos quieren ser presidente. Se perdieron la vergüenza y la humildad.
Sentí que estas mismas palabras del Papa podían ser utilizadas para practicar una hermenéutica política basada en la idea de que antes de hablar del país que viene y marcar con el dedo levantado todas las cosas que ya sabemos que están mal, podemos intentar curar algunas de las heridas que nos va a dejar este proceso político.
El kirchnerismo lega una forma de ver el mundo y un método para que la ciudadanía actúe en la vida política bastante peligrosos, no va a ser tan sencillo sanar esas concepciones apasionadas de escaso ánimo democrático.
Cuando el Cuervo Larroque habló de amor un poco me hizo enojar, y al escuchar a Cristina, en esa entrevista guionada y mal actuada tuve una sensación de tristeza que me hizo dar cuenta de que no soy lo suficientemente fuerte como para estar a la altura de las expectativas que hay sobre el futuro.
Me parece muy fuerte ya estar hablando del país que viene porque todavía estamos en éste y van a haber muchas deudas pendientes, que no todos tenemos que actuar y discutir todo como si fuéramos a ser presidentes en 2015. Que la cultura democrática nos necesita más reflexivos y blandos, menos rígidos y rencorosos.
El Papa le dijo a una iglesia que hasta su llegada venía desacreditada y con poca credibilidad, que tiene que bajar el dedito y preocuparse por ser más misericordiosa -preocuparse por los más necesitados-, dedicarse a sanar, a cicatrizar las heridas recientes. Creo que ahí hay algo sobre lo que pensar.