En el mes de Septiembre publiqué en este mismo espacio una columna titulada La otra feria de Pompeya en la cual reflexionaba acerca del tráfico de fauna y acerca de cómo la Ciudad de Buenos Aires, al igual que todas las grandes ciudades latinoamericanas, funciona como destino concentrador del tráfico ilegal de fauna ya que es donde se comercializan la mayor cantidad de animales silvestres. El último domingo, en un operativo en el que participaron la Policía Metropolitana y la Secretaria de Ambiente de la Nación, más de 100 ejemplares de especies silvestres de aves y reptiles que eran vendidas ilegalmente -muchas de ellas en peligro de extinción- fueron secuestradas y siete personas fueron detenidas aguardando la decisión de la jueza que entiende en la causa. Según el fiscal Matías Michienzi las especies estaban hacinadas y desnutridas. Si bien muchos nos indignamos al leer estas noticias, muchas veces pasamos por alto que esas especies decomisadas van a parar al Zoológico Porteño y a otros centros que se encargan de su rehabilitación.
Cuando suceden estos hechos es cuando debemos replantearnos cuál es el papel de nuestros Zoológicos: ¿lugares de mera exhibición o centros de investigación, educación, conservación y rehabilitación de fauna incautada? La función original de los Zoológicos en el siglo pasado fue meramente de exhibición. A medida que fue avanzando la historia se fue tomando conciencia de que estos espacios además eran importantes también como áreas de conservación, de educación y de investigación científica. Debemos tener en cuenta también que, como en este caso puntual, los Zoológicos juegan un papel importante en la rehabilitación de animales que son rescatados del tráfico de fauna. Para eso el Zoo de Buenos Aires y la Reserva Ecológica Costanera Sur han creado el Centro de Rescate de Fauna Silvestre (CRFS) con instalaciones y equipamiento para este tipo de desafíos. Este centro recibe mamíferos y reptiles tanto de incautaciones como de personas que los adquieren y luego se arrepienten o se aburren y los llevan allí. Sin embargo, dentro de los vertebrados, las aves son el grupo de animales que más se reciben para su recuperación.
Para empezar a revertir la mala imagen que muchos ciudadanos tienen de los Zoológicos, es necesario darle amplia difusión a las tareas de recuperación de los animales que provienen de la venta ilegal y a las investigaciones que se realizan en los mismos. El Zoológico Porteño en particular lleva adelante proyectos de conservación del cóndor andino, de tortugas marinas y de aves rapaces. También se ha montado allí el Laboratorio de Biotecnología Reproductiva para la Conservación de Fauna Silvestre donde se extrae y almacena semen de especies silvestres amenazadas.
El pasado mes de septiembre representantes del gobierno nacional, bonaerense y porteño junto con legisladores de la ciudad de Buenos Aires y expertos en fauna comenzaron a analizar la situación del Zoológico de Buenos Aires ya que en el año 2017 vencerá la actual concesión del predio de Palermo. Dada la situación de muchos Zoológicos en nuestro país especialmente en los últimos años, creo oportuno hacer un pequeño anecdotario y plantear algunas reflexiones.
En abril de este año el Concejo Deliberante de Santiago del Estero aprobó el cierre definitivo del Zoológico Municipal San Francisco de Asís, ubicado en el Parque Aguirre. Esta decisión fue tomada luego de varias manifestaciones de organizaciones ambientalistas que denunciaron el mal estado en que se encontraban las instalaciones y los animales que habitaban en él. Previo a esta decisión en distintos puntos del país se había comenzado a dar la discusión acerca del cierre, preservación o modificación de nuestros Zoológicos. Basta recordar que en diciembre de 2012 el oso polar Winner (16 años) del Zoo porteño murió a causa de una hipertermia, debido a las altas temperaturas, agravada por el estrés generado por la pirotecnia de esa Nochebuena. También durante el verano pasado se debatió mucho acerca del traslado a una reserva de Canadá del oso polar Arturo (29 años) del Zoológico de Mendoza, que finalmente no se llevó adelante por decisión de una junta de veterinarios. Este animal había sufrido los efectos de la combinación de una histórica e intensa ola de calor con una infraestructura y una inversión insuficiente o escasa para alojarlo en condiciones de mínimo bienestar.
Nada justifica que, por falta de infraestructura, carencia de recursos o negligencia, los animales sufran situaciones estresantes en su cautiverio que los lleven a enfermar o morir. Es importante y urgente mejorar la inversión estatal y privada para la infraestructura de los Zoológicos a fin de que el visitarlos cree conciencia ambiental y no rechazo. Cada zoológico debería contribuir a mejorar el bienestar animal en cautiverio y lograr la reproducción de la fauna local. Especialmente para poder después repoblar de fauna autóctona -siguiendo los protocolos establecidos para tal fin- zonas de nuestro país que están siendo devastadas día a día por la expansión desmedida de la frontera agrícola-ganadera y por el uso no sustentable de nuestros recursos naturales.
Esperemos que la decisión que tomen finalmente nuestros representantes sea la más razonable y aquella que contemple las múltiples aristas de esta compleja y sensible temática. En mi opinión personal el Zoológico Porteño debería mudarse urgente lejos la ciudad. Los ruidos y los gases de las avenidas Sarmiento, Las Heras y Libertador que cercan a los animales que viven allí dentro no contribuyen en nada a su bienestar. Ese espacio podría transformarse en un pulmón verde que oxigene y descontamine un poco ese punto neurálgico de la ciudad.