Sobre la democracia: explotar su potencialidad para superar sus contradicciones

Mauro Cristeche

Se ha estado hablando mucho de la democracia, por las razones que todos conocemos. Y no es para menos. Es esperable que un país que ha vivido alternando con dictaduras durante casi todo el siglo XX, discuta sobre la democracia en un momento tan especial.

Anécdota 1

Entre tantas discusiones por las redes sociales, una que me involucró fue la siguiente. Alguien se preguntó para el resto: “¿por qué la muy democrática Venezuela necesita un millón de milicianos armados dispuestos a ‘defender la revolución’?”. Respondí que la mejor democracia del mundo, EEUU, tiene más presupuesto en seguridad que el PBI de decenas de países juntos, bloquea e invade países, espía poblaciones y funcionarios, expande las guerras… Me respondió tajantemente: “¿Dónde están los militantes armados americanos defendiendo en las calles la revolución capitalista?”. “¿Estás avalando esa política de EEUU?”, repregunté. Siglos de segregación racial, cárceles llenas de latinos y negros, mientras los mayores ladrones quiebran bancos con desfalcos monstruosos que luego paga el pueblo vía el “rescate” del Estado, y nunca van presos. “Dejo clara mi postura -dijo-. Una cosa es gastar en seguridad, otra en amedrentar rivales. Lo segundo es grotesco”. Contesté: no soy chavista, pero entiendo más la defensa de conquistas sociales contra una política imperialista que esa política imperialista. (Su catarata había comenzado con esta sentencia: “Leés tres notas sobre Venezuela y te parece que vivimos en Suecia. Muy triste”).

Anécdota 2

En la ciudad de La Plata, la lista principal que postuló el Frente Para la Victoria en las últimas elecciones fue la del actual intendente Pablo Bruera, bajo la figura de su hermano Gabriel, quien casualmente votó en la escuela donde fiscalicé. Cuando Gabriel llegó a su mesa, se le acercaron rápidamente el puntero de su partido y el de Massa. Estuvieron charlando entre risas durante unos quince minutos, el tiempo que demoró la cola.

Para quienes no saben, el kirchnerismo le colocó a Bruera una colectora local, con la decana de Periodismo Florencia Saintout, como candidata a concejal. Fue para contener votos “por izquierda” y atenuar la caída del kirchnerismo como producto de la inundación del 2 de abril. Pero Bruera, ni lerdo ni perezoso, colocó a quien fue su mano derecha hasta hace dos meses, Pacharotti, como primer candidato a concejal en la lista de Massa. Algo que ocurrió en una docena de distritos del conurbano. Son todos amigos. Y nosotros no sabemos cuánta gente murió el 2 de abril.

Anécdota 3

No me sorprendí cuando en la clase de Constitucional, ante mi pregunta obvia del lunes post elecciones, un pibe dijo que “la gente es tonta, cómo pueden votar a Bruera, no se puede votar a Bruera, no aprenden más”. Automáticamente me recordó un caso muy similar que me ocurrió cuando las elecciones de 2011. En nuestra clase del lunes posterior a la victoria del kirchnerismo, luego de despotricar contra el 54% de Cristina, una joven sentenció que “la gente tiene la culpa de todo porque no sabe votar”. Una diferencia: esta joven era militante. Incluso más: era una de las apoderadas del frente entre De Narváez y Alfonsín. (Estaría enojada por sus propios resultados). Casualmente, el domingo 27 me la crucé en la escuela. Esta vez fue candidata a concejal por la lista de Massa. Por suerte no entró.

Anécdota 4

Hubo elecciones de profesores en la Universidad de La Plata. En la Facultad de Derecho hubo lista única; ningún disidente a la política oficial (UCR) se animó ni a arrimar la nariz. ¿Por exceso de democracia o por miedo a que le corten la cabeza? El próximo decano es además juez, pero a nadie le importa la “incompatibilidad de cargos”, eso es una pura formalidad. Derecho no fue la excepción: de las diecisiete facultades sólo en cuatro hubo dos listas (de lo que tomó nota El Día, el principal diario local). Hasta ahora en todas hay un sólo candidato a decano, y el próximo rector de la Universidad también es el único candidato al cargo. Esto ocurre desde que tengo conocimiento.

Anécdota 5

Ésta es la más conocida. Siete jueces decidieron sobre la constitucionalidad de la Ley de Medios. Es decir, siete personas sentenciaron sobre si es “ajustada a derecho” una ley que fue votada por el parlamento elegido por la población (“parla-mento” en el que muchos no han parlado ni una sola palabra en todo su mandato, en el que otros tuvieron más ausencias que presencias, en el que otros utilizan sistemáticamente la “abstención” para no quedar marcados por el hierro de la historia). Siete tipos, a quienes no votó nadie, que viven en un mundo material y legal propio de faraones. Siete tipos que, recubiertos por la “verdad de las formas jurídicas”, han decidido políticamente sobre un asunto que debería discutir abiertamente el conjunto de la población. ¿Acaso debo limitarme a repetir a los alumnos lo que me han enseñado, eso de que “la Constitución es lo que los jueces dicen que es”?

Breves reflexiones

Aunque me he formado mayormente en el derecho (o quizá por eso), siempre me interesaron menos las formas que la esencia de los fenómenos sociales. Por eso siempre me interesé menos en el “autoritarismo” del kirchnerismo que en su orientación social. Menos en que el acuerdo con Chevron sea por decreto, que el acuerdo mismo. Menos que no cumpla fallos que la utilización de la plata de los jubilados para pagar deuda externa a fondos buitres (que son buitres, precisamente, porque carroñan más exprimiendo al máximo los mecanismos extorsivos del derecho y cuando es necesario vuelan fueran de toda legalidad).

En el caso de la ley de medios, la discusión no ha sido del todo democrática, y esto ha sido adrede. O se está con el gobierno o se está con Clarín, fue la propuesta. Pero muchos no estamos con ninguno de los dos. Nos parece que hay que profundizar ese debate. Nos parece que en el fondo no se está discutiendo la libertad de expresión sino la libertad de empresa. Incluso la libertad de expresión como derecho concebido constitucionalmente fue diseñada como libertad de expresión para quien tiene el poder editorial, no para democratizar la palabra entre la población y desarrollar una conciencia colectiva crítica.

No digiero ni medio las editoriales de los voceros del orden sobre la democracia. Y hasta me decepciona políticamente que Clarín y los estandartes kirchneristas concluyan al unísono que “a los fallos hay que cumplirlos”. Es oportunista, y además ninguno de los dos lo va a cumplir. Mucho menos han sido capaces de poner en discusión una “libertad de expresión” que importa mucho más, que es la libertad de los periodistas de ejercer su profesión conforme a sus convicciones y sin ataduras ideológicas.

Cuando Mariano Grondona y los decanos progres de la UBA se juntan para deslegitimar la lucha de los estudiantes, y presentan la discusión limitada a los “métodos antidemocráticos”, fraguan el debate -pues otras formas, incluso asesinas, no les han quitado el sueño-. Bajo ese ropaje intentan liquidar el contenido de un programa que no quieren ni escuchar. Los enloquece cualquier posibilidad de una discusión a fondo sobre el gobierno universitario y la orientación de la educación pública.

Termino con lo más importante, la moraleja de los alumnos. Una crítica que pone la lupa en la “incapacidad” de la gente para votar (como lo hicieran Fito Paez y ahora Víctor Heredia) es una crítica superficial, una crítica tonta. No porque sea mentira que algunos votan por el chori y la gaseosa o por dos o tres “rocas” el día. No porque sea mentira que los medios te pueden “romper la cabeza” posicionando un candidato. No olvidemos que también hay empresas que apuestan millones construyendo la candidatura de un tipo, para luego multiplicarlos con favores que ya no son implícitos. El punto es dónde se pone la lupa. Creo que hay que mirar las relaciones sociales que estructuran esta sociedad democrática. Es el régimen social el que, bajo distintos mecanismos, arrincona a contingentes enteros a una condición política tan miserable (y de la cual no es fácil salir). Careciendo de todo tipo de libertades, es de demagogos pensar que el voto es “la máxima expresión de la libertad”. Dice el progresismo prototípico: “Hoy, la deuda de la democracia es hacer operativos los derechos de las personas”. Siempre lo ha sido…

El contenido de una verdadera democracia es precisamente lo que adeuda esta democracia. Siendo que ha significado una conquista monumental de la civilización humana en términos históricos (es decir, en comparación con sociedades anteriores), esta democracia no podrá ser nunca verdaderamente democrática si los principales resortes que ordenan la vida social no lo son. Por lo tanto, una discusión que la vacíe de su contenido, que la coloque como un valor universal “natural y eterno” del ser humano y no la encuadre en un análisis concreto, en su unidad con el contenido, es una discusión trunca, que obtura. Es no explotar a fondo su potencialidad, y es minar la posibilidad de superar sus contradicciones.