Al avanzar en el análisis del modelo económico neoliberal se revela que éste se sustenta en una serie de supuestos básicos que podrían aplicarse bajo cualquier circunstancia y arrojar los mismos resultados, al margen del contexto e interés. Sucede que el máximo supuesto es el de que los modelos económicos tienden a tener un funcionamiento autónomo y mecánico, lo que los objetiva y hace prescindir de cualquier tipo de intervención política para su orientación. Una forma de validar -o no- los modelos es el análisis que puede realizarse al contrastar con cada realidad los impactos de las políticas surgidas de los diferentes modelos.
Así, por ejemplo, el supuesto de que la causa de la inflación está en los incrementos salariales otorgados a los trabajadores alimenta, dentro de la lógica de ese modelo, la generación de políticas de ajuste de los salarios para detener el incremento de los precios. Ante la confusión no casual que se presenta, la pregunta que debemos hacernos es quienes son los beneficiarios de los resultados de cada política económica, quienes acumulan con cada modelo y en qué plazos cabe evaluar los resultados. ¿Quiénes pierden cuando se reducen los salarios?
En nuestros países, la herencia tecnócrata que acompañó la administración del Estado en su período de contracción, se sustentó en ésta visión. El rol del técnico fue asociado a la racionalidad, a la toma imparcial de decisiones asumidas en base a información igualmente verdadera y objetiva. Puede decirse que se sustentaba en casi todo lo opuesto a lo que la naturaleza de la política implica. El técnico es el “apolítico” y ésta sigue siendo -ante la visión de muchos- su fortaleza.
El del economista tecnócrata fue uno de esos roles claves para la implementación de aquellas políticas funcionales al modelo de acumulación neoliberal. Cabe aquí recordar a sus exponentes en los “Chicago Boys”, como Domingo Cavallo o Roque Fernández. Hoy, paulatinamente crece en Argentina la posibilidad de contraponer socialmente esa figura idealizada del economista “técnico” con la del que admite los fundamentos políticos de su posición. Esta puja es válida y necesaria porque interpela incluso los mismos espacios académicos que, todavía hoy, imponen la lectura ortodoxa neoliberal de la realidad económica. Esto no sólo se observa entre economistas, sino también entre aquellos que apuestan a la carrera política.
Trasladándolo a nuestro marco político electoral, es llamativo escuchar a muchos candidatos expresar sus propuestas políticas y entender que no reflejan nunca los objetivos reales de cada una. El grado de generalidad y ambigüedad de sus discursos imposibilita traducirlos en políticas concretas. Dicho de otro modo: no se encuentran de acuerdo con la forma en que se lleva adelante el modelo. Por lo tanto, ante cada caso concreto: ¿cómo lo harían? Expuestos al debate, no expresan los impactos reales, no admiten que al cambiar el sentido de la política económica afectarían directamente los ingresos de los trabajadores, no expresan cómo manejarían la política interna con los sectores de poder local, ni cuál será la política para la región, o cuál para las relaciones con los organismos de financiamiento internacional.
Es claro que en algunos casos las fuerzas políticas que desean disputar las elecciones con vistas al 2015 no cuentan con tal propuesta y en otros tal propuesta no es confesable porque Argentina conoce bien las consecuencias de esas políticas neoliberales, muchas de las cuales siguen impactándonos al día de hoy. No es confesable que consideran necesario retornar al ajuste, a la valorización financiera y a la venta de los activos de la nación.
Hoy, los países centrales como Estados Unidos y Alemania exigen a las naciones en crisis de Europa que profundicen la implementación de políticas de recorte del gasto público. La recomendación efectuada por el FMI a España, con el fin de recortar los salarios en un 10%, es simplemente una muestra de que los modelos económicos que se llevan a cabo en el mundo apuntan a preservar intereses financieros sin importar el costo social que ello implique. Esas políticas van a profundizar el endeudamiento de países como España y Grecia y, por sobre todas las cosas, van a empeorar la situación social con graves costos humanos. España acumula un desempleo de 6,2 millones de personas y Grecia 1,3, tras aplicar el mismo modelo neoliberal que causó la crisis del 2001 en nuestro país.
En el mismo marco de crisis internacional, Argentina implementa su propia receta con políticas contracíclicas, abandonado el viejo modelo neoliberal. Si de validaciones se trata, este camino está siendo validado y en sentido amplio marca un camino alternativo que viene mostrando sus logros desde hace una década.