Por: Muriel Balbi
Los avances tecnológicos y su impacto en los más variados aspectos de nuestra vida social e individual tienen tal velocidad, que nos dejan lentos de reflejos para pensar en sus consecuencias y soluciones.
Esto es cierto tanto para asuntos vinculados a la seguridad nacional, como para temas de salud pública. Valga como ejemplo un nuevo tipo de enfermedad a la que muchos países no saben dar respuesta y de la que la mayoría ni siquiera ha tomado nota: la adicción a internet.
Ha sido precisamente la American Psychiatric Asocciation (APA) la que ha advertido sobre la necesidad de incluirla en su influyente Manual de Diagnóstico y Estadística de Trastornos Mentales (DSM), que fue abierto a consulta para dar cuenta de lo que se ve en los consultorios: las adicciones al sexo, internet y las compras.
Uno de los países en donde esta adicción 3.0 está desintegrando las relaciones afectivas, la salud, el trabajo y la vida de quienes lo padecen es China. El fenómeno aparece expuesto en un documental recientemente presentado en el Festival Sundance de 2014 bajo el título de “Web Junkies”. En él, los cineastas Shosh Shlam e Hilla Medalia se proponen mostrar la realidad de uno de los 400 centros de rehabilitación para adictos a internet que existen en ese país. Desde Daxin, en las afueras de Beijing, un sistema carcelario, con rutina militar, aloja a jóvenes que son internados por la fuerza o bajo engaño por sus desesperados padres. Allí, se les enseña a vivir en el mundo real. Comienzan a aprender a cocinar y a comer saludablemente, a adquirir hábitos básicos como sentarse a la mesa o compartir una conversación. Como explica el director del instituto, Tao Ran, se trata de personas que han llegado al extremo de usar pañales para no levantarse de la computadora. Varios padecen de obesidad, depresión, temblores y coágulos en las piernas por pasar días enteros navegando en la web. Algunos de ellos no tienen amigos en la vida real y en todos los casos, aparecen la soledad y el vacío de estos tiempos, como denominador común.
Desde otras latitudes, el doctor Elias Abojaude, autor del libro “Virtualmente usted: los peligrosos poderes de la e-personal”, explica que aún no se han realizado los estudios necesarios para poder calificar esto con credibilidad como un trastorno o patología. Pero sí advierte que él y sus colegas atienden a personas transformadas en una versión diferente de ellas mismas cuando están on line: narcisistas, impulsivas, infantiles o con delirios de grandeza, lo cual tiene consecuencias reales sobre su vida fuera de internet. Además, sugiere que es fundamental atender a las causas o posibles patologías que llevan a una persona a querer vivir en la web. Actualmente, Estados Unidos busca dar respuestas a esta problemática con tratamientos ambulatorios en algunos centros especializados. Existe sólo un hospital en todo el territorio que ofrece una primera etapa de internación: el Programa de Adicciones a Internet del Centro Médico Regional Bradford, en Pennsylvania.
Un punto fundamental a tener en cuenta es la falta de estadísticas sobre lo que está pasando realmente con este problema de la sociedad moderna. Una de las pocas disponibles proviene de los EEUU y data de 2006, es decir que ilustra “otro mundo”, en el que Facebook no tenía la impronta de ahora, no existía Twitter ni los teléfonos inteligentes que nos mantienen conectados las 24 horas. Ya en aquel entonces, 1 de cada 8 estadounidenses mostraba un problema de adicción a internet. Imaginemos cómo se debe haber modificado esa cifra 8 años después y en esta nueva realidad, no sólo en ese país sino a nivel global, y con el uso actual que le damos a esta maravillosa herramienta tecnológica, de cuyo abuso, o mal uso, aún se desconocen las verdaderas consecuencias.