Por: Néstor Pitrola
El piso inflacionario mensual ha pasado de 2 a 3%, lo que supone una inflación anual del 40%, al calor de la devaluación acelerada y de los naftazos. Detrás del aumento del subte, Kicillof prepara un aumento general en las tarifas del transporte.
La inflación es un mecanismo de confiscación de salarios y jubilaciones. Estamos ante una enorme transferencia de ingresos de los trabajadores a los capitalistas. Es muy clara la intención del gobierno: el ministro de Trabajo amenazó con no homologar bonos de fin de año que reclaman distintos sindicatos y fábricas, y Capitanich descartó de plano un bono de fin de año para los jubilados. Mientras tanto, las tenencias de la Anses de bonos en dólares están siendo liquidadas para controlar el dólar paralelo, descapitalizando a los jubilados.
Pero esto es apenas el comienzo. Del “diálogo” de Capitanich con sindicalistas y empresarios adictos, se dejó trascender un techo del 20% para las paritarias. Algunos asesores empresariales proponen una “paritaria nacional” o “acuerdo marco con bandas”, lo que equivale a suspender la discusión salarial.
Estrictamente, no hay paritarias en la Argentina. Quizá hayan sido una excepción las de la alimentación en 2010 -en el marco de la huelga general de las plantas cordobesas- o las del gremio de prensa con delegados de asambleas a comienzos de este año. Por lo demás, el gobierno fija topes no escritos y cuotas que llegan después de los aumentos. El año 2013 fue perdedor para el salario, y, en el caso de los trabajadores estatales, el retroceso viene de muy atrás. La paritaria docente, el gremio más numeroso y conducido aún por el oficialismo, se decidió por decreto en marzo de este año.
Mientras una discreta canasta familiar a noviembre no baja de 9 mil pesos, los mínimos de convenio están, en ciertos casos, en la mitad de esa cifra. El cuadro inmediato y futuro de las familias trabajadoras está absolutamente comprometido por el curso inflacionario.
¿Cómo se para el movimiento obrero frente a semejante cuadro?
La enorme fractura de la burocracia sindical no abre canal alguno de lucha. No pasan por allí las disidencias de las distintas fracciones que se alinean con la patronal, con el actual gobierno o con quienes aspiran a sucederlo. Daer (Massa) o Caló apuestan a que un parate económico haga de contención al reclamo salarial. Para no reclamar por el salario, se escudan en una “preservación de los puestos de trabajo” por la cual, de todos modos, tampoco luchan. Moyano negocia a dos puntas, con Massa y con Scioli, que han pactado un presupuesto bonaerense repudiado por los estatales de la provincia.
El clasismo ha ganado la calle masivamente el viernes 29 con el planteo de doble aguinaldo y reapertura de paritarias. Esto marca un rumbo que tenemos que desenvolver en las fábricas y sindicatos, cualquiera sea su alineamiento político.
Ante todo, con un programa: mínimo equivalente a la canasta familiar, indexación trimestral de los salarios por índice bajo control obrero, duplicación de asignaciones familiares y eliminación de la tablita, abolición del impuesto al salario. Ningún sindicato debería obviar tampoco un planteo urgente de aumento a las jubilaciones y 82% móvil.
Al calor de los reclamos de bonos y doble aguinaldo, tenemos que reclamar asambleas fabriles y plenarios de delegados con mandato de fábrica por medio de una gran agitación general, de partido y de agrupaciones sindicales. Mediante nuestro método tenemos que llegar a las paritarias de marzo y a las que arrancan antes -aceiteros, bancarios o docentes-, desarrollando entre los trabajadores la conciencia del giro contra el salario obrero que preparan el gobierno y la clase capitalista.