Por: Nicolás Tereschuk
Con el acto que encabezó la presidenta Cristina Kirchner en la Plaza de Mayo por el Día Internacional de los Derechos Humanos y la Democracia comenzó a cerrar el “año político”. Faltan ahora la convocatoria que tendrá como protagonista Daniel Scioli en el Estadio Único de La Plata el próximo sábado y la movilización que liderará Hugo Moyano la semana que viene. También Sergio Massa tendrá su “cierre” con los eventos deportivos que apadrina por estas horas. De todos modos, pueden empezar a delinearse algunas conclusiones.
La primera es que “el año impar” (electoral) que se avecina encuentra a quienes quieran asomarse a él sin mapas a mano. Distintos analistas vinculados con la oposición y dirigentes de ese sector hablan -como ante casi todas las elecciones de 2003 a esta parte- de “fin de ciclo” kirchnerista. Pero el acto que lideró Cristina el último domingo revela que el oficiailismo, tras un año de importantes conflictos y tensiones, se muestra con iniciativa. Hay entonces un escenario abierto.
Militantes de organizaciones sociales y vinculados a intendentes del Gran Buenos Aires, así como “gente suelta” colmaron el domingo pasado la Plaza de Mayo y sus alrededores. Gobernadores de distintas provincias replicaron actos similares, en sintonía con la Casa Rosada. Más importante que el número fue la posibilidad de comprobar que un sector de la sociedad -diverso, proveniente de diversos orígenes políticos- tras nueve años de gestión kirchnerista tiene la necesidad y la intención de expresarse en el espacio público a favor de las posiciones del Gobierno. Y que lo hace incluso tras un año difícil en el terreno económico.
Los pronósticos hablan de una mejor perspectiva económica para 2013, con la posibilidad de más exportaciones a Brasil, una mejor cosecha de soja y menos fondos que deberán ser destinados a vencimientos de deuda pública.
Los antecedentes electorales no ayudan a realizar previsiones. Cuando no tenía posibilidades formales de reelección, Carlos Menem y la fuerza política que lideraba sufrieron en 1997 una derrota en elecciones legislativas. Pero, a diferencia de Cristina Kirchner el entonces presidente tenía poca injerencia “territorial” en el peronismo de la provincia de Buenos Aires, hegemonizado por Eduardo Duhalde, su principal competidor interno.
Raúl Alfonsín tampoco pudo imponerse en sus últimos comicios de “medio término”, en 1987. Aunque entonces la tracción de los votos estuvo concentrada en los comicios para gobernador en casi todo el país y no en las candidaturas al Congreso, como ocurrirá el año próximo.
De igual modo, dentro del ciclo kirchnerista no se registran antecedentes de lo que será el marco de la próxima elección. Por un lado, aún no hay definiciones sobre la sucesión presidencial. Pero además, la única derrota del actual oficialismo en las urnas se dio con una economía muy golpeada por el contexto externo, escenario que no se prevé para 2013. Claro que los triunfos del Frente para la Victoria de 2005, 2007 y 2011 se dieron en medio de un crecimiento del producto por encima del 8 y hasta del 9 por ciento, escenario que tampoco será el del año próximo.
Qué logros pueda obtener el Gobierno desde la gestión, ahora con más herramientas en manos del Estado -YPF y un Banco Central regulado por una nueva carta orgánica son sólo dos de esos elementos-, pero también qué ejes plantee en la campaña electoral serán aspectos clave para definir la suerte del oficialismo. En parte de eso dependerá cómo pueda administrar las tensiones al interior del peronismo y enfrentarse a un conglomerado opositor por ahora sin liderazgo claro.