Dilma y Cristina, ¿tan diferentes?

Nicolás Tereschuk

“Frente a un gobierno que ametralla medidas en muchos casos proteccionistas, el riesgo de invertir aquí ha aumentado”. La frase no proviene de economistas o sectores de la prensa argentina críticos de la política económica de Cristina Kirchner. Es más, apunta contra una presidenta a la que esos mismos sectores suelen elogiar, considerar como hacedora de “políticas de Estado”, ponderar por su “moderación”, citar como ejemplo de políticos “serios”: la brasileña Dilma Rousseff.

En su último número, la revista Veja realiza un extenso repaso de las medidas económicas aplicadas por la mandataria del vecino país durante 2012 y, al igual que distintos sectores del establishment argentino hacen con la estrategia encarada por la Casa Rosada, apunta contra el gobierno del PT por considerarlo “nostálgico” y con rasgos “autoritarios” en materia económica.

En el centro de los cuestionamientos de Veja está la política de “contenido nacional” iniciada por Lula Da Silva pero profundizada por Rousseff y que se traduce en la entrega de beneficios a las empresas a cambio de que amplíen la producción local en las distintas cadenas de valor.

El activismo del Gobierno también es blanco de cuestionamiento: “la creciente dificultad de anticipar mínimamente el futuro de las operaciones pone en peligro estrategias a largo plazo de las empresas de todo el país, muchas de las cuales no saben cuándo o si algún otro paquete podría ser anunciado”, indicó.

“A pesar del aumento en el riesgo, el intervencionismo, el proteccionismo y la incapacidad del sector industrial en el suministro de equipos de última generación para todas las áreas (como sueña el gobierno), la presidenta Rousseff parece no ver esto como un problema. En opinión de los analistas, la jefa de Estado está prácticamente sola, cantando un mantra de progreso que sólo ella entiende -y se irrita profundamente molesta cuando los demás no aplauden su estrategia-. Al hablar en la Navidad de 2012, Rousseff dijo que estar en el camino correcto e instó al sector privado a caminar con ella. Considerando que pone obstáculos en el camino, no es de extrañar que el camino está casi vacío”, resaltó la publicación.

Las críticas de Veja, uno de los medios más enfrentados con la gestión del Partido de los Trabajadores (PT), resuenan con un tono similar al que el mes pasado utilizó la revista británica The Economist. El medio especializado aseguró que el Estado brasileño “se mete demasiado” en la economía.  “Aún más que su predecesor, Lula Da Silva, la señora Rousseff parece creer que el Estado debe dirigir las decisiones de inversión privada. Ese micro-entrometimiento hace caer la confianza macroeconómica también”, amonestó la publicación que suele ser vocera de sectores ultraliberales del negocio financiero global.

Parece claro que las dos mujeres al mando de Ejecutivos en América del Sur enfrentan en muchas ocasiones críticas y desafíos similares. Son cuestionadas por pronunciarse a favor de un rol activo del Estado en la economía y por enfrentar desde ese punto de vista recientes caídas en la inversión privada -que en Brasil lleva 5 trimestres y en la Argentina algo menos-. Reciben duros cuestionamientos de sectores de la prensa y de algunas cámaras empresarias, que suelen plantear también de manera cíclica que el Mercosur no es la plataforma adecuada para promover el crecimiento regional.

Para desánimo de esos sectores, en cada ocasión que tienen las mandatarias, como ocurrió en la última cumbre del Mercosur en Brasilia y durante la visita de Rousseff a la Argentina en noviembre pasado, ambas responden sin medias tintas: ratifican la alianza “estratégica” entre ambos países, ponderan una participación activa del Estado en la economía, llaman a limar diferencias coyunturales y se plantean como la contracara de las políticas de “ajuste” que se registran en Europa.