¡Piedra libre al viento de cola!

Nicolás Tereschuk

Al unísono, editorialistas alineados a la derecha del espectro político, como Carlos Pagni o Andrés Oppenheimer, han salido a elogiar y considerar como un modelo a seguir a la Alianza del Pacífico, que conforman México, Colombia, Perú y Chile.

Destacan su vigoroso crecimiento económico y su voluntad de firmar acuerdos de libre comercio. De hecho, Pagni ha señalado que la fuerza que ahora muestra esta Alianza y su vinculación más estrecha con los Estados Unidos ponen en duda “la conveniencia de haber sepultado el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA)”.

Para Oppenheimer, el Mercosur sigue “mirándose el ombligo”, en tanto que sus integrantes “crecieron a pesar de su aislacionismo durante la década pasada, cuando se dispararon los precios internacionales de las materias primas”.

Es llamativo que tan renombrados analistas no reparen en una serie de hechos conocidos. Por ejemplo, en que los integrantes de la Alianza del Pacífico se vieron mucho más beneficiados por el alza del precio de los commodities -en su mayoría vinculados a la minería y la energía-, que Argentina o Brasil, eje del Mercosur.

En un trabajo reciente, el investigador de Flacso y el Conicet Martín Schorr revela que la variación de los términos de intercambio entre 2003 y 2010 resultó más favorable para Chile, Perú y Colombia que para Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.

El llamado “viento de cola” sopló así con más fuerza para los países de la Alianza del Pacífico. Como se aprecia en el gráfico, las diferencias entre los casos extremos de Chile (181,5) y Uruguay (99,1) o la Argentina (114) son notorias.

Como lo explicó en una entrevista concedida al diario Página 12 el economista de la universidad de Cambridge José Gabriel Palma:

“(…) en los últimos tres años la economía volvió a tomar dinamismo y creció al 5,8 %. Y acá viene el segundo tema. Este crecimiento de los últimos tres años pende de un hilo: el alto precio del cobre. De América Latina, Chile es el país que más se ha beneficiado con el aumento de las commodities”.

¿Elementos tan notorios se les escapan a estos editorialistas al exaltar un esquema económico y de inserción internacional por sobre otro? Es extraño. Tanto como que en sus análisis no entren otros elementos, como por ejemplo el hecho de que los movimientos sindicales de Colombia o Chile son de los más débiles del continente, en clara contraposición a los de la Argentina y Brasil.