Crónica previa de un conflicto sin sentido. La diplomacia y las propuestas que el nacionalismo no estuvo dispuesto a aceptar. Realidad y futuro de una controversia que duele, y que puede empeorar.
Cada 2 de Abril, desde hace muchos años, intento ponerme en la piel de cada soldado, de cada piloto y de cada marino que enfrentó la crudeza del Atlántico Sur. Los he recordado siempre como los héroes de la Patria y lo seguiré haciendo. Hombres y mujeres que pusieron su vida al servicio de una causa que, aunque legítima en origen, su forma era ilegítima y contraproducente en términos políticos.
Para marzo de 1982 el país ya estaba convulsionado y las protestas se repetían a lo largo y a lo ancho del territorio. Se escuchaban consignas que planteaban los dirigentes políticos y sindicales acerca de la necesidad de ponerle un fin urgente y terminante al estado de sitio y a la desastrosa conducción económica del país. La población estaba sumida en una situación asfixiante.
El 30 de marzo, la CGT de Saúl Ubaldini encabeza una masiva y multitudinaria manifestación a Plaza de Mayo bajo esas consignas -ya lo había hecho el año anterior, más precisamente el 7 de Noviembre frente a la iglesia de San Cayetano- y esperando que la Junta Militar cuyo presidente era Leopoldo Fortunato Galtieri tomara nota y llamara a elecciones. No pasó nada de eso, más bien lo contrario. La manifestación fue duramente reprimida, con más de 2000 detenidos, incluso un muerto, Dalmiro Flores. Para completar la cronología de esa semana, a las 72 horas, se anunciaba que Las Malvinas habían sido recuperadas en manos de un comando militar, bajo la denominación ”Operación Rosario”.
Hasta aquí los hechos inmediatamente previos a la recuperación de las Islas Malvinas por parte de Galtieri y sus secuaces. Pero, ¿había acaso otra alternativa para recuperarlas? ¿No podía la diplomacia hacer nada al respecto? Las respuestas a estas preguntas, a continuación.
Argentina expuso su controversia acerca de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, ante la ONU cuando se planteó una reserva ante la creación de los fideicomisos sobre los territorios en controversia con el Reino Unido en la Carta de Naciones Unidas, el 23 de marzo de 1945, meses antes de la firma del tratado multilateral más importante del Derecho Internacional Público. A continuación, en las dos primeras sesiones de la Asamblea General de la flamante ONU, la Argentina expuso sus derechos inalienables sobre la soberanía de las Islas Malvinas y demás archipiélagos.
La ONU, en su Resolución 1514 (XV)[i] orientada a terminar con el colonialismo en el mundo, define dos criterios que le servirán, tanto a la Argentina como al Reino Unido, para fundamentar sus reclamaciones ante la ONU:
- El primer criterio (art. 5) versa sobre la necesidad de transferir la autonomía a los pueblos de los territorios no autónomos inmediatamente y sin reservas. Esto se refiere puntualmente sobre la autodeterminación de los pueblos, punto que esgrimen los ingleses para decir que los kelpers han decidido permanecer británicos. Argumentos que carecen de sustento al recordar que dicha población no es autóctona sino implantada por el Imperio Británico que usurpó las Islas en 1833. De más está decir que la definición de “pueblo” tampoco está en coherencia con el criterio de los kelpers.
- El segundo criterio (art. 6) es más contundente para reafirmar la posición argentina, por lo que se transcribe textualmente: “Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. (…)”
El 16 de diciembre de 1965, la ONU emite la Resolución 2065 (XX)1 que habla sobre la controversia argentino-británica sobre las Islas Malvinas pidiendo que las partes encuentren una solución al conflicto, definiendo un Comité Especial a quien comunicarles los avances, así como también a la Asamblea General que se reuniría al siguiente año. Con ésto, la Argentina logró que la controversia acerca de las Islas Malvinas tuviera un tratamiento en la ONU como territorio en disputa y planteara una necesidad de definición entre las partes, en vista de que la previa resolución 1514 (XV) exigía darle un final a los territorios coloniales y no autónomos.
Más adelante, la ONU reconoció a las Islas Malvinas como nombre adoptado para los textos en castellanos y Falklands para los textos en inglés. Asimismo insta a las partes a que ”se abstengan de adoptar decisiones que entrañen la introducción de modificaciones unilaterales en la situación mientras las islas estén atravesando por un proceso recomendado en las resoluciones arriba mencionadas…”
Cabe recordar a los lectores que ninguna resolución o decisión de ONU es imperativa para los Estados, salvo aquellas emitidas por el Consejo de Seguridad[ii] y estrictamente acotadas a la preservación o mantenimiento de la paz y la seguridad internacional[iii]. Incluso, ningún Estado soberano e igual, tiene la necesidad de resolver sus controversias. He aquí el motivo por el cual las reclamaciones ante la ONU caen en saco roto. Nadie puede obligar a los ingleses a devolvernos las Islas Malvinas salvo la voluntad unilateral.
¿Existió esa posibilidad alguna vez?
Si. No una, sino dos veces[iv]. Analicemos ambas para encuadrarlas en el contexto histórico y las razones de por qué no tuvieron un resultado favorable.
La primera ocurrió durante la tercera presidencia del Juan Domingo Perón. El 8 de mayo de 1974, el embajador británico James Hutton y el Canciller argentino Alberto Vignes se reunieron en el Palacio San Martín para analizar la propuesta inglesa de establecer un condominio en las Islas Malvinas. Los conocedores de aquella propuesta dicen que la idea era que la bandera argentina volviera a flamear inmediatamente junto a la declaración de su soberanía, a cambio de establecer un condominio por 99 años, donde ambos, ingleses y argentinos, administraran políticamente los territorios y explotaran en conjunto recursos y comercio.
Perón respondió inmediatamente a Vignes que sí y dijo con inteligencia de viejo zorro, ”aceptemos la soberanía así no nos las sacan más, después veremos de bajar los años de condominio.” Lamentablemente la biología se interpuso entre los objetivos diplomáticos. Perón moría el 1º de Julio y Vignes a las pocas semanas. María Estela Martínez de Perón no podía asumir el costo político de comunicar a la ciudadanía que se firmaría un condominio con los ingleses por Las Malvinas. Fin de la primera oferta.
La segunda oferta, anécdota relatada por el Ex Embajador y Ex Ministro de Relaciones Exteriores Andrés Agustín Cisneros, la recibió Galtieri en noviembre de 1981. La más dolorosa por lo absurdo de la respuesta argentina, llegó de la mano del ex vice Canciller de Margaret Thatcher, Nicholas Ridley. Aquella propuesta era muy similar a la que habían trabajado Vignes y Hutton. También similar a la que los ingleses le propusieron y llevaron a cabo con China por Hong Kong.
Galtieri, según Cisneros, simplemente entendió que la propuesta era una muestra de debilidad de la Corona Británica. Fin de la segunda oferta. Seis meses después, principio de las hostilidades.
Y ahora, ¿qué?
La realidad nos muestra que las reivindicaciones nacionalistas y las premuras económicas y políticas de los gobiernos de ambos países pueden utilizar el conflicto como amalgamador social y postergador de las urgencias domésticas. Situaciones que siempre han sido nefastas para los pueblos del mundo conducidos por megalómanos o histriónicos irresponsables. Nada de lo que se haga sin negociación es inconducente. La presión que pueda ejercer Argentina ante las Naciones Unidas es realmente escasa o nula. De todas formas, el reclamo allí no puede cesar puesto que, año tras año, el Derecho Internacional Público sigue cimentando un sistema que finalmente pueda resolver este tipo de controversias en pos de una humanidad más sensata y proclive a terminar definitivamente con todas las amenazas bélicas.
Quizás Brasil, como sujeto internacional de peso, pueda y quiera que no haya ingleses amenazando sus intereses en el Atlántico Sur (¿Antártida?) pero la pregunta que nos debemos plantear es: ¿sus intereses son compatibles con los nuestros? ¿Podemos acaso hacerlos coincidir y plantear así una estrategia conjunta?
Ellos tienen Itamaraty. Nosotros, lamentablemente no.
Si queremos que el pabellón nacional pueda volver a flamear en las Islas Malvinas, Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur, debemos superar la etapa de adolescencia política y comenzar a negociar alianzas y proponer acciones conjuntas que permitan la incorporación de los Kelpers a nuestra forma de vida. No existe la posibilidad de echarlos de las Islas. Ellos están allí, nosotros no.
Así es como la historia contra-fáctica nos podría haber regalado una genuina frase “¡Recuperamos la soberanía de las Islas Malvinas!” en más de una oportunidad y bajo el imperio de la ley, la concordia y la tolerancia. Nada de lo que se haga a la fuerza puede permanecer por mucho tiempo en las mentes de los hombres libres.