Nada más bajar del avión en Roma uno se pregunta si no aterrizó otra vez en Buenos Aires. Los gestos ampulosos, los gritos, las filas que no se respetan y algunas de las máquinas automáticas que no funcionan hacen que uno se sienta como en casa. No hay duda, somos italianos. No importa si por nuestras venas fluye sangre española, alemana o rusa, los que vivimos en las grandes ciudades argentinas somos italianos. Ni que hablar de la pizza, la pasta o el café, aunque aquí el espresso de apenas dos centímetros de altura es tan fuerte que no cualquiera lo puede tomar.
No es casual que los políticos italianos le presten tanta atención a Latinoamérica y a la Argentina en particular. Hay una historia en común que se nota más en momentos de elecciones, cuando el voto de los italianos empadronados en el extranjero puede ser decisivo e inclinar la balanza para uno u otro lado en las cámaras de diputados y senadores.
Cómo será de importante dicho voto que Fabio Porta -diputado del Partido Democrático (PD) que vive en Brasil- se trasladó a Roma por menos de 24 horas sólo para participar de una debate en los estudios de la RAI con Raffaele Fantetti, un candidato del berlusconiano Popolo delle Libertà (PDL) que vino desde Londres. Además, Pier Luigi Bersani, el candidato a primer ministro por el PD, no faltó a la cita con empresarios latinoamericanos en la Cámara de Comercio de Italia para ratificar su compromiso con la región.
Es innegable que la prensa italiana mira con cierto sarcasmo algunos de los dieciocho candidatos del exterior. Pero no es menos cierto que los tres millones de italianos que votan fuera de Italia “pueden ser determinantes en el Senado” -tal cual afirma el diario Repubblica- para el futuro armado de cualquier coalición que se forme después del 25 de febrero. En las elecciones del 2008 votó cerca del cuarenta por ciento de los empadronados, un número nada despreciable y para tener en cuenta. Claro que al momento de evaluar la participación de los parlamentarios en las cámaras el resultado es bastante disímil. Mientras algunos se destacan por sus aportes en las comisiones de trabajo, otros brillan por su ausencia. El diario La Stampa publicó el 3 de febrero un trabajo realizado por Open Polis, una asociación que escudriñó con lupa la gestión de diputados y senadores, y dos argentinos figuran entre los treinta peores. Por un lado Esteban Caselli, un antiguo aliado de Silvio Berlusconi, cuya lista “Italiani per la Libertà” según La Repubblica está “liderada por el inoxidable Esteban Caselli”, definido también como “el monje negro de los senadores del PDL en la última legislatura” aunque ahora en su campaña la lista ni hace referencias a “il Cavalieri”. También se menciona a Ricardo Merlo, que lidera un movimiento asociativo.
Fabio Porta, actual diputado por el PD, parece la contracara de los anteriores. Nació en Italia pero divide su tiempo entre San Pablo y Roma. Con este cronista Porta recorre el Parlamento y muestra muy orgulloso la importante sala de la comisión de relaciones exteriores de la cual participa. En búsqueda de un nuevo mandato por el PD asegura que sólo su partido es capaz de ofrecer una política global para América Latina que exceda las demandas puntuales que tienen los descendientes de italianos. Él también piensa que la influencia italiana en América Latina es muy superior a la española pues ésta tiene el lastre histórico de la conquista. “Los latinoamericanos -dice- son mucho más parecidos a los italianos que a los españoles, y eso crea un vínculo especial. Además, sólo un gobierno de Bersani puede vincular con los gobiernos progresistas para pensar en proyectos políticos y económicos comunes. Por eso también es importante que tengamos más diputados y senadores de América Latina que puedan fortalecer este vínculo en el parlamento italiano”.
Claro que el vínculo también depende de cuánto se trabaje.
Fuente: Télam