Por: Pedro Robledo
Miremos la agenda un segundo: reforma judicial, blanqueo de capitales, expropiación de papel prensa. ¿Vos me vas a decir que los problemas estructurales de la gente, pero en especial de los jóvenes de hoy son: votar al Consejo de la Magistratura, lavar dólares y la distribución del papel? Los problemas de los jóvenes son que muchos no trabajan ni estudian, que es imposible comprarte tu propia vivienda, que no podés ahorrar un mango porque siempre te gana la inflación, que caminás por la calle y tenés miedo de que te afanen.
Si la agenda es ésta y no la nuestra, es porque los jóvenes perdimos la rebeldía. La realidad es que nos convertimos en la hinchada de la política. Nos bajan banderas y somos los argumentadores más aguerridos para defenderlas, pero pocas de esas banderas son propias.
Los jóvenes tenemos que volver a ser lo que en verdad somos: una fuente inagotable de creatividad e innovación que rompe con los preconceptos, que avanza sin preguntar cuando ve que algo está mal y aprende de los errores para seguir creciendo.
Nuestras banderas tienen que ser el diálogo, la diversidad, el laburo, el no aceptar un “no” cuando sabemos que hay cosas que cambiar, el criticar hacia adentro de nuestros partidos para que sean mejores. Hoy estamos todo el tiempo tirando mierda hacia la vereda de enfrente. Pocos pibes se animan a decir “esto de mi partido está mal y lo voy a intentar cambiar”. Nos convertimos en amplificadores de un discurso ajeno.
Un pibe kirchnerista que hace unos meses celebraba la idea de tratar de pesificar la economía ahora tiene que defender que seamos benévolos con los dólares ilegales. ¡Ah, no, pero comprar en el blue es delito!, te siguen diciendo. A esa clase de incoherencias nos lleva el no tener una agenda propia, el tener que estar siempre respaldando la agenda del poder.
Yo intento cambiar el paradigma desde mi partido, y eso me hace feliz, porque veo que cuando uno empuja cosas que son realmente mejores, las puertas se van abriendo solas: hoy en día estamos trabajando para que la ciudad cambie en los formularios de donación de sangre las preguntas que discriminan por condición sexual y se concentre en las preguntas que abordan las conductas de riesgo (que existen en toda la ciudadanía), estamos impulsando la incorporación de las preferencias sexuales en la ley de antidiscriminación, estamos impulsando la ley contra el bullying en los colegios. Tal vez no estamos haciendo ninguna revolución. Pero son cosas que gente real necesita para poder vivir mejor.
Después hay cosas mucho más urgentes, como las agresiones a los qom. ¿Qué pibe del universo puede estar a favor de lo que están haciendo allá? Esa es una bandera que debería defender cualquier joven, sin importar el partido político. Y no pasa. Muchos jóvenes no se animan a hablar del tema.
Si los jóvenes dejamos que los adultos nos sigan marcando el camino, si no estamos dispuestos a enfrentarlos cuando creemos que tenemos algo mejor para dar, si no nos despertamos de esta fantasía de que “los jóvenes volvieron a la política”, cuando en realidad pocos de nuestros intereses sectoriales concretos están siendo defendidos, nos vamos a arrepentir. Vamos a mirar hacia atrás un día para darnos cuenta que los adultos somos nosotros y vamos a lamentarnos por las oportunidades perdidas.
A mí no me va a a pasar. Espero que a ustedes tampoco.