La cuestión central del incidente con el presidente Mujica es que el empresariado al que pretende expresar la política comercial es incapaz de competir hasta con Uruguay y por eso les imponen restricciones no arancelarias a sus productos, afectando el proceso de integración. O quizás sea que ese es el empresariado posible en términos de la actual competitividad del país. La afectada por todos sus factores y no sólo por el nivel del tipo de cambio.
Las expresiones de Mujica taparon el canciller brasileño Patriota sobre esta misma cuestión que afecta los intercambios comerciales. Así el país se quedó sin política de integración (Patria Grande), que ya excluía a Chile, Paraguay, Perú, Colombia y ahora a Uruguay. Y así será con Brasil hasta que decida lo contrario, o no, en función de sus intereses globales.
La integración posible es con Nicaragua, Cuba, Ecuador, Venezuela y Bolivia y no por cuestiones ideológicas. Simplemente no tienen una oferta exportable competitiva con Argentina. Lo ideológico es sólo un insumo del “relato” y éste tiene la necesidad de sustentar una épica ”progresista” sobre transformaciones en tiempos de soja. Y hasta con osadías pseudorevolucionarias.
Ese es el centro de la cuestión Mujica. Tenemos un problema económico con un fracaso diplomático. Y qué cosa sino un fracaso lo que opina el presidente del Uruguay de nuestras autoridades.
El segundo en poco tiempo. El anterior fracaso fue el trato preferencial del gobierno venezolano a la presencia del presidente de Irán. El que obligó a la presidenta a retornar intempestivamente de los funerales del presidente Chávez. Lo que ocurre va a afectar las exportaciones argentinas, particularmente a las industriales y a las Pymes. Es que las restricciones bobas van a desatar retaliaciones que ya se vislumbran en el horizonte. Y yo pido disculpas al Uruguay por el maltrato a su producción y por nuestra falta de respeto a los compromisos contraídos. Todo esto es mucho más que cuestiones de micrófonos abiertos.