Nuevos vientos en la Cumbre de las Américas

Ricardo Campero

Evo Morales arribó a Panamá al día siguiente de imponer como Generala del Ejército de Bolivia a la hija de Luis Terán, el comandante que capturó al Che, luego asesinado por la CIA. Este Presidente es claramente guevarista pero sin los grilletes de “El Relato” que anula la mejor política aprisionándola a la historia.

Los Presidentes de Brasil, Estados Unidos, México y Panamá participaron del Foro Empresarial de las Américas “Diálogo de Jefes de Estado”. Obama y Dilma saludaron las reformas económicas mexicanas y la Presidenta del Brasil presentó la suya como en defensa de una inclusión irreversible de gran parte de su población a la clase media. “Para que no vuelvan a ser pobres”, imaginando un Brasil de una gran clase media y los gobiernos, especialistas e inversores asistentes en el evento, como en las vísperas de un gran salto adelante luego de las Olimpíadas de Río del 2016. En este ambiente, el Presidente colombiano augura un crecimiento adicional de su país, si se firmara el acuerdo de Paz con las FARC y el invitado especial, Mark Zuckerberg, el despistado fundador de Facebook, comete un blooper al entrar accidentalmente a una reunión bilateral entre los presidentes de Panamá y República Dominicana. Es que la tecnología e internet fueron claves en la reflexión de esos presidentes.

Todo en el contexto de buscar alternativas a la atenuación de las tasas de crecimiento de la economía regional afectada por la atonía europea y, sobre todo, la fatiga de China, incapaz ya de mantener la desenfrenada compra de materias primas. Y ni qué decir del impacto de la caída de los precios del petróleo en los países productores, atenuada por los mexicanos con sus reformas económicas.

Pero este gran encuentro y su poderosa agenda son fagocitados por la reunión de Obama y Raúl Castro. Es que cierra un ciclo con dos facetas. El fin de la guerra fría en la que resistieron heroicamente los cubanos. En la segunda, nosotros tuvimos que ver. Se trata del retorno pleno de Cuba a la comunidad hemisférica en un proceso de 30 años que iniciara el Presidente argentino Raúl Alfonsín con la promoción del ingreso cubano a la ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración). Estuvimos en el paso inicial, en marzo de 1984, que concluyó en el primer acuerdo comercial bilateral cubano con un país de América Latina. Se trató de uno de Alcance Parcial en el marco del Tratado de Montevideo de 1980. Desde allí iniciamos el reencuentro de nuestra región con Cuba que estaba entonces en el CAME. Este fue el esquema económico común de los comunistas europeos con eje en la Unión Soviética y en el que “La mayor de las Antillas” tenía un estatus especial junto a Mongolia. Evitando el veto de Chile gobernada por Pinochet, logramos en 1985 su inclusión como País Observador y que concluyó como Miembro pleno.

Seguramente en ese País habrá una mejor performance de los derechos civiles y políticos a la par de las garantías que habrán recibido de Estados Unidos para el levantamiento del bloqueo comercial y económico y el respeto a la autodeterminación cubana.

Por muchos motivos esta Cumbre es histórica. Y por lo dicho más arriba en el recuerdo radical, los argentinos estamos presentes de otro modo que con el que estamos asistiendo. Mucho mejor al que la realidad nos evidencia como paranoicos, a la vez que el resto de los gobiernos nos advierte melancólicos, quejosos y perseguidos como el tango. En otro lugar hablaremos de las pérdidas de oportunidad de Argentina en estos tiempos.

Esta Cumbre está bajo la convicción de que el progreso económico y social es imposible “sin un orden judicial justo y sin mecanismos de control de los gastos gubernamentales”. Y otros están evidenciando que es posible progresar sin abandonar la memoria pero sin ser prisioneros de ella y de ningún relato. O para Argentina, lo que es lo mismo, que hace falta una estructura republicana y progresista. Entonces para nosotros estas Cumbres también serán fructíferas.

Es que vientos nuevos soplan en América. Y son positivos para hacer flamear nuestras históricas banderas.