Los cristianos en Medio Oriente, que representan un mosaico diverso de ritos, se encuentran bajo una grave amenaza de supervivencia ante la abierta hostilidad de islamistas radicalizados. Las persecuciones y discriminaciones en Irak y Siria son las más apremiantes. En la ciudad iraquí de Mosul, se produjeron quema de iglesias, crucificciones y la Diócesis ha quedado diezmada. El Papa Francisco hizo un reciente dramático llamamiento a la convivencia ante situaciones críticas en Irak pero que se extienden, en distinta forma, en toda la región. El Secretario General de Naciones Unidas, ha indicado que los ataques a cristianos podrían “constituir un crimen contra la humanidad”.
Hace dos décadas, los distintos credos cristianos representaban aproximadamente el 20% de la población de Medio Oriente. Hoy no alcanza al 5%. La comunidad cristiana más importante en número son los Coptos en Egipto calculado en diez millones de personas, con presencia también en Líbano y Jordania. Durante el gobierno del ex Presidente Morsi, con la influencia de los Hermanos Musulmanes y los salafistas, se generaron amplios desplazamientos y persecuciones.
Los cristianos siriacos, en su mayoría asiria, calculada originalmente en dos millones de personas, se han reducido a menos de la mitad en Siria e Irak. Situaciones similares enfrentan los católicos, maronitas, melquitas y cristianos árabes, en su mayoría adherentes a la Iglesia Ortodoxa, que en su conjunto representaban tres millones de fieles y distribuidos en Irak, Líbano, Siria, Palestina y Jordania. Grupos cristianos más reducidos, en franca desaparición, incluyen a los cristianos armenios, georgianos, mesiánicos que residen principalmente en Líbano, Siria, Jordania e Irak.
La cristianofobia de islámicos radicalizados se ha extendido peligrosamente. De acuerdo al organismo no gubernamental Open Doors, la mayor paranoia anticristiana tiene lugar principalmente en Afganistán, Arabia Saudita, Etiopia, Irán, Yemen, Irak, Maldivas, Pakistán, Siria y Somalia. La situación de los cristianos es también comprometida en Sudán, Nigeria, Libia, Qatar, Omán y Mauritania.
Es hora que haya una clara y firme reacción de toda la comunidad internacional ante semejante situación, en particular una postura valiente de los líderes musulmanes, para erradicar la cultura de la violencia religiosa y promover, en cambio para orgullo de todos, la de la convivencia y el respeto a la diversidad.