La Presidente de la Nación concluyó la visita a Rusia con definiciones singulares y algunos acuerdos polémicos. En gran medida muestra que basa la visión y decisiones de política exterior en consideraciones y reflexiones que provienen más del Ministerio de Economía o del de Planificación Federal que del Palacio San Martin. Es probable que ese énfasis sea consecuencia de una Cancillería que no le ofrece mayor confianza profesional. También de consideraciones que parecen querer reeditar el enfoque de José Ber Gelbard cuando intentó instalar una fuerte presencia soviética en la matriz energética argentina. Esa impronta parece olvidar que fue el mismo Presidente Juan Domingo Perón, a través de su Canciller, quién posteriormente paralizó alguno de esos acuerdos. Reclamaba, en cambio, mayor flexibilización en política exterior y menor dependencia estructural.
Si bien los tiempos son distintos, el resultado de la gira muestra cierta nostalgia con la historia aunque de menor eficacia diplomática. El Ministro Gelbard y en particular el Secretario de Comercio Exterior Embajador Leopoldo Tettamanti lograron convertir a la Argentina en el mayor proveedor de cereales del mercado soviético. A diferencia de aquel entonces, hoy el abultado déficit negativo de la balanza comercial parece aumentar en lugar de disminuir. Tampoco la visita permite mayor optimismo para modificar esa tendencia al haber dejado en evidencia una inclinación a beneficiar a las empresas rusas más que a las argentinas. En ese contexto, ha sido más urgente concluir compromisos de obras que analizar las ventajas concretas para la capacidad instalada de la industria nacional, incluso en términos de innovación tecnológica.
Con Rusia se han suscripto casi un centenar de acuerdo en un año. Existen pocos antecedentes diplomáticos de tal catarata de instrumentos. Esa manía en la cantidad más que en la calidad, hace dudar sobre la responsabilidad de lo firmado. También en la perdurabilidad de esos acuerdos.
Las consecuencias de estas acciones de política exterior, tal como lo destacaba Perón, no son gratuitas aún al final de una etapa gubernamental. El mapa diplomático que encontrará la próxima Administración es comprometido. Sin embargo, la ventaja práctica es que el grado de desbordes ha sido de tal naturaleza que todos los países esperan el regreso a una política exterior más equilibrada, incluso Rusia y China. El embajador de China en la Argentina ha formulado declaraciones periodísticas en ese sentido al destacar, entre otros conceptos, la esperanza de desarrollar con el próximo gobierno una relación bilateral “más sana”.
Es obvio que será posible. Tanto China como Rusia son dos países de gran importancia y siempre la Argentina tendrá las mejores relaciones bilaterales como disposición en establecer lazos económicos y políticos sólidos. El asunto, en definitiva, es mejor habilidad diplomática local en los resultados. En este punto, las evaluaciones preliminares son decepcionantes.
La Argentina hubiese merecido más prudencia diplomática al concluir un nuevo ciclo democrático, incluso el haber promovido un diálogo con la oposición para encontrar puntos de convergencia y proyección en política exterior. Es lamentable que, pese a la buena disposición del marco ofrecido por el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, el gobierno haya sido reacio a ese ejercicio.