La próxima reunión del presidente de China con el de Estados Unidos en la Casa Blanca tiende a superar un período de desencuentros y restablecer algunos criterios de estabilidad global y regional. China, que ha prosperado por estar comercialmente muy ligada al mundo, no parece dispuesta a desafiar a Estados Unidos y arriesgar el crecimiento económico, que es una de las principales fuentes de legitimidad gubernamental. En este contexto, resulta relevante para Beijing aliviar tensiones en áreas particularmente sensibles para Estados Unidos como el ciberespacio. El tema de un código de conductas sobre prácticas y pautas de cooperación en materia de tecnologías de la información se convirtió en una necesidad urgente tras una década de silenciosa guerra cibernética que amenazaba con adquirir una compleja dimensión de represalias.
En este contexto, ambas potencias habrían alcanzado consenso en conceptos como la libertad y la soberanía de Internet mientras mantendrían diferencias en algunas cuestiones específicas relacionadas con el ataque cibernético y el control del ciberespacio. Sin embargo, Estados Unidos y China estarían dispuestos a comprometerse a no ser los primeros en usar armas cibernéticas contra la infraestructura crítica del otro en tiempos de paz. Esa limitación, la primera en su tipo en el mundo, evitaría que se puedan paralizar servicios como centrales eléctricas, sistemas bancarios, redes de telecomunicaciones y, entre otros, hospitales.
También porque la cuestión de la seguridad cibernética, de incidencia geopolítica, ya se ha extendido amenazantemente a otras regiones geográficas y representa un peligro de acción del terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado. Un grupo de expertos gubernamentales de Naciones Unidas ya ha advertido sobre la gravedad del problema y ha adoptado, por consenso, una serie de recomendaciones significativas. Sería esperable que en un futuro se pueda avanzar en la negociación multilateral de una convención integral y específica, ya que cualquier solución de seguridad cibernética duradera debería ser de carácter transnacional. Las pautas que puedan acordar Estados Unidos y China serán una importante contribución en ese objetivo.
No obstante, el propósito de poner límites jurídicamente vinculantes al riesgo de guerra o injerencia cibernética no es un ejercicio de negociación sencillo. Una de las mayores polémicas entre los Estados se da en la misma definición de seguridad cibernética. Mientras los países occidentales destacan la protección de las redes de computación contra el espionaje, el daño y el robo, Rusia y China, por ejemplo, acentúan la necesidad de controlar el contenido y las comunicaciones o las redes sociales que pueden amenazar la estabilidad gubernamental.
Más allá de las diferencias, resulta indispensable para todos los países alcanzar pautas de comportamientos comunes en materia del uso de la tecnología de comunicación y la información. La naturaleza del ciberespacio determina la necesidad de un esfuerzo internacional colectivo. Es de esperar que el paso que estarían dando Estados Unidos y China sea el primero hacia un mundo de mayor protección cibernética global.