El tema de los holdouts parece un caso digno de “Olivia Pope”, la protagonista de la serie Scandal, que resuelve todo aquello que el gobierno norteamericano no puede resolver por si mismo. El mercado pareciera dar, de repente, señales de que el tema estuviera resuelto, según lo que sucede con el precio de los bonos argentinos. Resulta como si todos pensaran que es insensato que el gobierno argentino desaproveche la oportunidad concedida por el juez Griesa, de obligar a los holdouts a sentarse en una mesa a negociar. En rigor, tras la decisión de la Corte Suprema de Justicia de los EEUU de no abocarse al tema, el Juez de Nueva York podría sencillamente haber dado curso a la ejecución de sentencia. Sin embargo, optó por designar un negociador, generando una nueva etapa de conversaciones entre acreedores y deudor.
Contrariamente a lo que el sentido común indicaría, y de lo que se nutrió el mercado, el equipo responsable de decidir por parte del gobierno argentino parece no haber interpretado la decisión última del juez como una oportunidad, sino como una nueva afrenta o señal de ensañamiento hacia el país y su gobierno. En esa inteligencia, en lugar de aprovechar el paraguas del juez y recostarse en las espaldas del negociador, optaron por enfrentar y desacreditar una vez más al magistrado, descalificándolo y gritando al mundo que si Argentina no paga, ello es responsabilidad de otro y no propia.
Muchos pensaron y algunos continúan haciéndodo, que lo que se está actuando desde la administración argentina, es parte de una estrategia de negociación. Una vez más prevalece, en aquellos que así piensan, el sentido común; se está “negociando”, hay que ser duro y parecer inflexible.
Sin embargo, lo que pareciera que el mercado no ha podido comprender aún, -no ha podido “captar”, diría Francisco-, es que no está frente a un deudor “previsible”, sino frente a uno muy peculiar, que puede optar por soluciones muy diferentes a las que el sentido común aconsejaría. A escasos 10 días del “dead line” para resolver si el país entra en default o no, daría la sensación de que el gobierno, -alternativamente presidido por un Vicepresidente procesado por corrupción, si queremos agregar una pincelada más de “peculiaridad” a esta administración-, contrariamente a lo que el mercado “quiere” creer, podría estar encaminándose hacia una solución muy distinta a la que refleja el valor de los bonos en estos días; podría estar optando por un default sui generis, default técnico si se prefiere, pero default al fin.
El mercado debería comprender que no siempre manda el sentido común; o en todo caso preguntarse si un gobierno que admite y mantiene a un Vicepresidente procesado por la Justicia -que no le permite presidir las sesiones del Senado, pero sí la suerte del país como Presidente en ejercicio- actúa con sentido común en la toma de decisiones. Para reflexionar…