La convocatoria de Máximo Kirchner a confrontar con su señora madre en las próximas elecciones, es una falta de respeto a la sociedad y a la República. Confieso desconocer cuáles son los antecedentes del señor Máximo Kirchner, ni sus méritos -si es que tiene alguno-, para ocupar un sitial de privilegio frente a un micrófono en nombre y representación de un partido político; nada menos que del partido político que gobierna. Quisiera creer que no le da ese derecho, el solo hecho de ser el hijo de la Sra. Presidente. Digo, porque ello no solo hablaría mal del hijo sino peor de la madre que lo permite.
Es cierto que no fue sólo Máximo Kirchner quién alentó a la oposición a dirimir las próximas elecciones contra su madre. Tras su imprevista aparición en la arena política, elocuentes voces del oficialismo se apuraron en respaldar sus dichos. El diputado Andrés Larroque, por caso, no sólo insistió en el argumento, sino que fue más allá, cuestionando la “legitimidad” del próximo comicio si no se compite contra la actual Presidente de la Nación. En una línea similar se anotaron los senadores Carlos Kunkel y Aníbal Fernández.
Lo de Máximo Kirchner, ya es grave; pero mucho más lo es que legisladores surgidos del voto popular en plena vigencia del estado de derecho cuestionen la “legitimidad” de un próximo gobierno por el solo hecho de respetar y no violar las leyes de la República.
Es manifiesto que el señor Máximo Kirchner prioriza los intereses de su madre y de un sector del partido político al que ella pertenece, por sobre los intereses de la República. De otro modo no se entiende, que llame a una nueva reforma constitucional, solo para que su madre pueda ser nuevamente candidata. A igual que El senador Aníbal Fernández, quién dijo que la Constitución Nacional permite la reforma de la propia Carta Magna y acicateó a la oposición al decir que tienen miedo de competir contra la mandataria. “Si hablan tan mal de Cristina Fernández, ¿por qué no la dejan competir?, modifiquemos la constitución, el artículo 30 dice que se puede”, sostuvo. ( )
Un senador de la República debiera saber que la Constitución Nacional no se reforma por capricho ni para permitir a un candidato que ya ha cumplido con sus dos mandatos un nuevo intento. La ligereza del planteo y el desprecio por el estado de derecho y la Constitución no solo asombra sino que desconcierta. Un senador más que nadie, debiera velar por el respeto y la defensa de nuestra Carta Magna; y no pedir su reforma para acomodarla a las necesidades de su Jefe político y/o de su hijo.
Desgraciadamente, se advierte que esta gente no entendió todavía, pese a estar hace más de 10 años al frente del gobierno, de lo que es vivir en un estado de derecho. Por cierto que no ha sido éste un episodio aislado; tan solo uno más. Hasta aquí, se han desobedecido sentencias judiciales, tanto locales como internacionales; se ha intentado destituir jueces y fiscales por el solo hecho de cumplir con su labor, y se ha defendido a muchos otros por todo lo contrario. Pero ya hablar “abiertamente” de reformar la Constitución para tan solo acomodarla a las necesidades de una persona, y sostener que de lo contrario el próximo gobierno carecerá de “legitimidad”, pareciera que excede todo lo previsible. Cuanto menos en un estado de derecho. En un país donde últimamente ha reinado la ficción, daría la sensación de que algunos creen estar en esa isla imaginaria que ilustraba el sketch del inolvidable Alberto Olmedo, en “El Dictador de Costa Pobre”…donde se le ponía a su líder la banda con la leyenda “tus amigos”…y se cumplía tan solo con sus deseos…
Aunque les cueste aceptarlo, la Constitución Nacional sigue siendo la norma suprema de la Nación, y a ella debemos someternos todos los habitantes de la República. Los que crean que pueden ignorarla o sujetarla a sus “necesidades” y/o “caprichos”, sencillamente se equivocan. Las urnas se lo harán saber, y la Justicia cobrará sus deuda; todo a su debido tiempo.