Por: Roberto Quattromano
Para los peronistas es importante recordar aquel 17 de noviembre de 1972, cuando regresaba a su patria el líder del movimiento de masas más grande de Latinoamérica.
La doctrina peronista es fundacional para la militancia en la Argentina, ya que ha abierto -para la sociedad- todos los caminos, sobre todo aquellos que históricamente habían tenido negado los más humildes.
Esa posibilidad de ser y hacer, de transformar la realidad, de crear nuevos derechos y alcanzar conquistas de las que ningún pueblo quiere retroceder; eso es mucho más de lo que un militante con vocación precisa para estar motivado.
La militancia es solidaridad y compromiso, es la política en las calles y entre la gente: es la liturgia de intensas reuniones, con compañeros y amigos, donde siempre se discuten proyectos que entusiasman.
La militancia no presta su tiempo porque no hay mejor tiempo que el de militar.
Ser militante es cada acción política y social que se realiza en conjunto con otros que ven al mundo como lo vemos nosotros, más justo y equilibrado.
De la militancia debe nacer, inexorablemente, la dirigencia. Y la dirigencia debe estar siempre sostenida por la militancia.
Cuando recordamos esta fecha, no podemos olvidarnos de los compañeros que dieron su vida por el simple hecho de ser peronistas, los que desaparecieron por las mismas circunstancias y del militante que trabaja día a día para que la justicia social sea una realidad, y no una utopía.