Por: Rubén Murray
En estos últimos días, debido a reiterados cortes de luz producidos en diversos puntos de la Ciudad y provincia de Buenos Aires, el gobierno nacional amenazó con estatizar Edenor y Edesur, las dos empresas distribuidoras de energía eléctrica del área metropolitana. Frente a esta situación se plantea si la mejor solución es estatizar las empresas o dejarlas en manos del sector privado.
Los argumentos del gobierno para justificar su postura se basan en la falta de inversión de las empresas. Sin embargo, las distribuidoras de energía se defienden afirmando que no pueden realizar todas las inversiones que se necesitan debido a que las tarifas que cobran son insuficientes.
El problema de Edenor y Edesur es que, a pesar de la alta inflación que tuvieron que afrontar en los últimos años, los montos que cobraron por el servicio que brindan se mantuvieron prácticamente congelados. No es necesario ser muy inteligente para darse cuenta de que si una empresa tiene mayores costos e ingresos congelados, el negocio termina siendo inviable. De hecho, según los balances presentados, ambas sociedades tuvieron que afrontar importantes pérdidas en los últimos años, y recién en 2013 lograron dar resultados positivos debido a un reconocimiento de mayores costos por parte del gobierno.
Si comparamos las tarifas eléctricas de nuestro país con las de otros países limítrofes, se observa que son cinco veces más bajas que en Brasil, ocho veces inferiores a las de Chile, y 15 veces menores que las de Uruguay. Y si comparamos la inflación de Argentina con la de dichos países, la misma es casi cinco veces superior a la de Brasil, nueve veces mayor que la de Chile, y tres veces más alta que en Uruguay. Con costos tan altos y tarifas tan bajas, el negocio no cierra.
Vale la pena preguntarse si la estatización de Edenor y Edesur realmente ayudaría a mejorar el servicio. Si nos basamos en nuestra propia historia, debemos recordar que hace poco más de 20 años era el Estado el que proveía el servicio de energía eléctrica en Buenos Aires, a través de Segba, la cual terminó siendo privatizada en los 90 debido a que dicha empresa estatal terminó con una infraestructura casi colapsada, y realizando cortes periódicos de energía debido a la falta de inversiones.
Si observamos otras estatizaciones de la era kirchnerista, como la de Aerolíneas Argentinas, entonces las perspectivas tampoco son favorables, ya que esta empresa pierde varios millones de pesos por día, y presta un servicio que lejos está de ser el mejor, caracterizándose por tener demoras y cancelaciones en sus vuelos con frecuencia. Finalmente, YPF, la última empresa estatizada, también deja bastante que desear porque logró mantener resultados positivos debido al fuerte incremento de precios de las naftas que autorizó el propio gobierno. De no haber tenido dichos aumentos, se encontraría probablemente en una situación delicada.
Lamentablemente, no tenemos un Estado eficiente. Basta tan solo con observar el deterioro en los servicios públicos, como la salud, la educación, la seguridad, la justicia, para darse cuenta de que no estamos siendo gobernados por buenos administradores. Entonces, ¿estatizar es la solución?