Por: Sergio Bergman
Nos anticiparon que vienen por todo. Luego de las negociaciones secretas y reservadas, nos enteramos de un hecho consumado. Vienen por la causa AMIA. Han decidido cerrarla por dilación y obstrucción a la Justicia, sustituyéndola por una comisión.
Como bien enseñaba el General, si querés que algo nunca suceda, debés crear una comisión. Vergüenza debería darles llamarla, además, “comisión de la verdad”.
La verdad está en el expediente; lo que se reclama ahora es justicia, y lo que se firmó es más impunidad.
Quienes venimos denunciando la inaceptable claudicación de soberanía y de dignidad al sentarse a negociar con Irán -una tiranía teocrática, fundamentalista y terrorista, que niega la Shoá, y que no tiene ciudadanos imputados sino funcionarios de alto rango del régimen directamente involucrados en la masacre- estábamos tan indignados como escépticos. Nos quedamos cortos.
El peor escenario era el papelón de conferirle a Irán la posibilidad de una mesa de negociación de la que nada bueno podía esperarse para el avance de la causa.
Bien sabíamos la agenda de Irán. No entregar a nadie para que sea interrogado, ni juicio, ni tercer país, ni reconocimiento a la Justicia argentina, ni a los pedidos de captura de Interpol, mucho menos a la memoria y justicia por las víctimas dela AMIA.
Irán pretendió, desde el primer momento, rechazar las imputaciones y desconocer a la Justicia argentina. Proponían descaradamente explicarnos cuál era su verdad. Es decir, negar lo que la Fiscalía requiere, que es, ni más ni menos, que Irán permita que sus funcionarios imputados sean juzgados con las garantías que confiere la ley, sin la impunidad que les asegura Teherán.
Nuestra peor pesadilla fue superada por la realidad. No sólo la presunción de que nada se obtendría para avanzar en la causa, sino lo que no nos deja salir del estupor, la vergüenza y la indignación es la claudicación de principios por intereses. Sabemos qué principio se cedió: el de la justicia. Aún no sabemos qué intereses se negociaron. El Poder Ejecutivo decidió canjear Irán por AMIA. Su prioridad ahora ya no es la causa, sino la negociación con Irán. Vienen por todo, vienen por la Justicia, vienen por la Memoria, por la causa AMIA, y van por Irán, en una complicidad tan peligrosa como inadmisible.
Argentina le otorga todo, absolutamente todo lo que Irán pretendía, dándole la espalda al pueblo argentino que viene luchando por una justicia que no llega.
Cuando leemos el acuerdo firmado -aún con la esperanza de que el Congreso y la Justicia lo invaliden- vemos que pretenden llevarse puesta la causa, violando el derecho humano más elemental que es el del acceso a la Justicia.
La dilación que asegura el acuerdo, que no es vinculante a la causa, es un acto de obstrucción a la Justicia. El acuerdo ha cruzado un límite en el rumbo y las prioridades de nuestra sociedad. Si la política exterior argentina propone alinearnos con Irán, será solo la sociedad argentina la que pueda revertirlo. Es tiempo ya de dejar de hablar de Ella y dejar de atender las excusas de nuestro canciller. Deberemos prestar atención a los referentes de la sociedad argentina que durante casi dos décadas se expresaron, lucharon, trabajaron sosteniendo sus diferencias por una causa común: la Memoria y la Justicia para la causa AMIA.
Todos fuimos traicionados en nuestra buena fe, la Argentina fue entregada, no la comunidad judía. Necesitamos escuchar ahora a todas esas voces, en especial de quienes no sean miembros de la comunidad judía, ni de sus instituciones, que, como tantos otros espacios, estamos sometidos a la cooptación y los aprietes de la política nacional.
La masacre de la AMIA no es sólo un tema comunitario judío, sino, fundamentalmente, una prioridad de todos los argentinos. Deberán expedirse todos, ya que en el acuerdo firmado quedó claro que ahora irán por AMIA, pero luego irán por todo, por todos y por todas.
El silencio será una nueva renuncia y un pacto de complicidad. Prestaremos atención, entonces, a escuchar estas voces y volver a manifestarnos, movilizándonos.
Quiero decirlo con claridad, y en una sola frase: Nuestro canciller firmó un acuerdo que es, en sí mismo, un acto de encubrimiento.
Ya no aceptamos la ingenuidad de una nueva trampa. Es una decisión clara y consciente. Es una traición. Dios y la Patria ya lo demandan. Nosotros seguiremos clamando: ¡Justicia, Justicia perseguirás!