Por: Sergio Bergman
¡No es Scioli!
No lo dice Mariotto.
¡Es Filmus!
Lo decimos nosotros.
Somos una gran mayoría, tanto en la sociedad argentina en general como en la comunidad judía en particular, los que no podemos aceptar que Filmus haya defendido y votado el tratado con Irán.
Instruido, capacitado, socio de nuestros templos —claramente identificado con el judaísmo y con el Estado de Israel—, no pudo resistir el embate de la fuerza de la prepotencia para hacerlo votar contra su voluntad y contra su conciencia algo que él bien debe saber que está mal. Muy mal.
Como educador, siempre defendió el valor de la memoria. Sin embargo, votó un pacto con quienes niegan la Shoá, el holocausto de seis millones de judíos. Daniel omite la memoria de las víctimas y vota a favor. Daniel traiciona la memoria.
Como legislador, sabe bien que esta maniobra de votar sin discutir e imponer mayorías por obediencia debida no eclipsa la inconstitucionalidad, la inaceptable obstrucción a la justicia y la acción vergonzosa de haber mentido, desde la Presidente hasta el último de los miembros de su corte obediente, de la que él también forma parte.
Nos mienten una y otra vez. Dijeron que se buscaría consensos, se consultaría a las instituciones y se respetaría el dolor y el reclamo de los familiares. Daniel traiciona la justicia.
Como hombre de bien que sabemos que es, se puso del lado del mal. Él sabe, como nosotros, que el régimen de Irán es el mal. No es un tema judío, ni mucho menos a favor de Israel, es una cuestión absolutamente patria, al entregar a los argentinos y alinear a la Argentina con terroristas teocráticos fundamentalistas. Daniel traiciona la democracia y la República.
Fue siempre un defensor de los derechos humanos, un verdadero progresista, que, sin remordimiento, votó a favor del acuerdo que nos hace socios de quienes degradan a las mujeres, meten presos a los homosexuales y ejecutan a los disidentes. Está con ellos, no con nosotros. Daniel traicionó los derechos humanos y el progresismo.
Sin embargo, cuando se trataba de los glaciares, sí tuvo valor y coraje para saber decir que no. La fidelidad a los principios y las ideas de ese voto, ahora, al pactar con Irán, a nosotros nos la negó.
No fue solo, junto con él, Beatriz Rojkés de Alperovich se sumó a la vergüenza de ser miembros activos de la comunidad judía que integraron la partida de 39 senadores que, con su voto, forman parte de este acto de encubrimiento y punto final a la conexión internacional de la participación de Irán en la masacre.
¿Ni siquiera pueden explicarnos por qué? ¿Para qué? ¿A cambio de qué? Lo firmaron. Nos entregaron.
Daniel y Beatriz son senadores judíos; y como dice y piensa Pichetto, si bien no son “senadores senadores”, ya que argentinos judíos deben ser discriminados de “argentinos argentinos”, no tuvieron la dignidad de decir ni hacer nada ante la doble traición. Pactar con Irán y formar parte de un bloque liderado por un antisemita confeso. Se callaron y obedecieron.
No queremos sus disculpas, que comprendemos pueden ser suficientes para la DAIA. Los ciudadanos, además, queremos que Pichetto se someta a la Ley Argentina Antidiscriminatoria; y, como gesto, que presente más que disculpas: como mínimo, la renuncia.
Entendemos que a la hora de la traición, tanto para Daniel y Beatriz como para el bloque de senadores al que pertenecen, la “sangre judía” quizás no sea suficientemente argentina, pero sí sirve para la votacion. En ese caso, no hay “votos judíos” y “votos votos”. Cuando se trata de ir por todo, no se discrimina, en la medida en que sea para inmolarlos en obediencia debida.