Por: Silvana Giudici
Los primeros días del 2014 vienen con una sensación de deja vú. ¿Qué nos pasa como país cuando no aprendemos del pasado? La actitud de Ricardo Echegaray y sus acompañantes agrediendo al periodista Ignacio Otero y al equipo de camarógrafos del noticiero de TN trae reminiscencias nefastas. ¿Recuerdan cuando el empresario Yabrán acudía a métodos mafiosos para evitar que su foto saliera en los diarios? ¿Recuerdan lo que sucedió con el periodista José Luis Cabezas, por quien esperamos justicia todavía?
Esa Argentina de la impunidad, de la corrupción al más alto nivel gubernamental, esa Argentina de la pizza y el champagne y la década del 90, es la que aflora cuando uno piensa en el episodio de Río de Janeiro. Cuatro personas de la mano de Echegaray golpeando a periodistas con el fin de evitar que las imágenes del funcionario se publicaran. Está claro, no hay diferencias ideológicas entre el funcionario y los preceptos menemistas. Tampoco hay diferencias entre los niveles de corrupción entre el gobierno de Carlos Menem y el de Cristina Fernández de Kirchner.
Dirigentes de la oposición solicitaron de inmediato la renuncia del funcionario por considerar que se traspasaron todos los límites de la ética pública en un viaje compartido entre el jefe de la AFIP y la Aduana y su controlado, el poderoso empresario Jorge Lambiris dueño de una empresa de depósitos fiscales y logística aduanera, devenido en patovica. Pero está claro, Echegaray es Cristina. Sería imposible que la señora Presidenta le exigiera la renuncia a un miembro de su gobierno por cumplir a rajatabla con las exigencias del “modelo”.
El Jefe de la AFIP y su entorno agredieron a periodistas. Ok, eso es lo que establece el manual del buen kirchnerista. La propia Presidenta desde su atril nos tiene acostumbrados a la diatriba permanente contra los medios y periodistas. Cada vez que pueden los funcionarios ningunean a los “periodistas no militantes” los escrachan o los enjuician en la Plaza de Mayo. Es más, en diciembre, el matrimonio oficialista que gobierna Santiago del Estero se animó a meter preso por diez días al periodista Juan Pablo Suárez acusándolo de sedición.
El funcionario que debe controlar a las empresas que operan en la aduana viaja de compinche con el empresario de la empresa de logística aduanera más importante. ¿Y qué? ¿Acaso a Ricardo Jaime, ex secretario de Transporte, no le pagaban el alquiler de su departamento las empresas de transporte? ¿Acaso Vanderbroele, accionista del fondo que controla Ciccone, no pagaba las expensas del departamento de Boudou? De testaferros y amigos generosos saben un montón, si no miren la suma que Lázaro Báez le pasa a los Kirchner por el alquiler de los hoteles de la familia presidencial.
Echegaray y su comitiva pasaron la noche en un lujoso hotel de Río y pagaron la cena 1000 dólares por cubierto. ¿Se acuerdan de la presidenta provisional del Senado y de su esposo el gobernador Alperovich de gran lujo sobre los camellos de Dubai? ¿Y de las estadías de la Presidenta en el exclusivo Hotel Mandarine de Nueva York o en las islas Seychelles? La ostentación y el incremento sideral de los patrimonios personales de los funcionarios es una marca registrada de la década k.
Durante la breve nota de Otero antes de la golpiza, Echegaray se jactaba de haber podido comprar dólares por los sistemas que él mismo implementó para que todo el que tenga capacidad contributiva pueda comprar divisas. Pero se olvidó de decir el funcionario que nos mandó a todos a vacacionar en el país antes de salir de gira por Copacabana, que al ciudadano común cuando intenta ir a Brasil solo le venden reales. Este doble discurso es también una marca identitaria del modelo, mientras declaman lo nacional y popular, compran autos importados, carteras italianas e invierten en Punta del Este. Mientras expropian Aerolíneas Argentinas, viajan en Emirates Airlines.
¿Qué miembro del gabinete se va a animar a sugerirle a Echegaray que renuncie? ¿Por qué motivos deberían hacerlo? Probablemente por los mismos que debería renunciar casi todo el gobierno. Entonces ¿qué hacemos?, se pregunta la indignada ciudadanía. Hay dos vías concretas de poner límites a la corrupción y la impunidad. Una, la más importante, es a través del voto. Y Mientras esperamos al 2015 para ejercerla, probemos con la vía complementaria que es la de la autodefensa. Defendiendo la libertad de expresión y el ejercicio independiente del periodismo nos protegemos a nosotros mismos como sociedad. Es el método más efectivo para poner límites al poder descontrolado. Nadie debería olvidarlo. Desde la Fundación LED seguiremos difundiendo este mensaje. La mejor vacuna contra el totalitarismo y el abuso de poder es la información de los ciudadanos, la prensa independiente garantiza que todo lo que se quiera ocultar se sepa tarde o temprano.