Por: Silvana Giudici
Cada vez son más los países del mundo que se han transformado en un lugar peligroso para ejercer el periodismo. Casos como el de Vladimir Kara-Murza, envenenado esta semana en Moscú, los comunicadores estadounidenses y europeos asesinados por ISIS, al igual que otros periodistas, ejecutados el mes pasado por investigar al narcotráfico, tanto en Honduras como en Guatemala, así lo demuestran.
Según un informe de la organización Reporteros Sin Fronteras, América latina está atravesando uno de los periodos más violentos de la historia, desde que la democracia se instaló en la mayoría de los países de la región. “México, a la cabeza de esta triste lista, se distingue por ser el país más peligroso para los periodistas en todo el continente americano: 81 periodistas fueron asesinados entre enero de 2000 y septiembre de 2014. Le sigue Colombia, donde han perdido la vida 56 periodistas y, después, Brasil, con 38 asesinatos en este período. Finalmente, en Honduras, el número de periodistas asesinados fue de 27 casos”, según difundió dicha organización.
Este lamentable saldo fue alcanzado en momentos en que dichos periodistas denunciaron violaciones a los derechos humanos, el crimen organizado y la corrupción.
Si bien Argentina no es comparable con los países antes citados, corremos el riesgo, cada vez menos latente y más real, de tener los mismos niveles de intolerancia con la prensa que en países como Venezuela y Ecuador.
El exilio de Damián Patcher luego de revelar por Twitter la muerte del fiscal Alberto Nisman, o el hostigamiento que sufrió Teresita Dussart por el mismo caso, son, en sí mismos, ejemplos de lo que no podemos volver a vivir y ante lo que debemos aplicar un estricto control y compromiso ciudadano.
En este contexto, los invito a leer los informes anuales que realiza la Fundación LED (Libertad de Expresión + Democracia) acerca de las “Limitaciones al ejercicio de la Libertad de Expresión”, donde se reflejan las dificultades cotidianas por las que atraviesan la prensa y los periodistas en nuestro país.
Por todo esto es necesario que trabajemos en la concientización de la sociedad para tener siempre presente que la libertad de expresión y de información sigue siendo la primera de las libertades.