Por: Silvana Giudici
Al ver los terribles acontecimientos que en los últimos días que están aconteciendo en Venezuela, hacen recordar lo ocurrido hace años atrás en países como Egipto, Libia y Túnez, en donde gobiernos asentados durante décadas llegaron a su fin con motivo de las movilizaciones de protesta y que de un país a otro se contagiaban hasta agotar sus regímenes. En aquella época asistimos a la histórica elección en Egipto y vimos las movilizaciones masivas en la legendaria Plaza Tahrir, que marcaban el fin de 40 años de Mubarak en el poder. Las imágenes no dejaban de sorprender ante las férreas restricciones a la libertad de prensa allí reinantes. Tanto en esos países como ahora en Venezuela, el proceso de registro, distribución, emisión de los acontecimientos tiene un común denominador y protagonista: la comunicación masiva por medio electrónicos. Miles de sms, Twitter, videos de YouTube y blogs han contribuido a generar un fenómeno que da a conocer lo que ocurre, las movilizaciones, la protesta y la crueldad de la muerte. La masividad en la convocatoria se debe a las mismas redes de comunicación, nuestro país así lo vivió en reiteradas oportunidades el año pasado.
La historia nos demuestra que desde que Gutemberg inventara la imprenta, la difusión de cualquier tipo de información, sea cultural, política o religiosa, siempre incomodó a los gobernantes. Antes de que cayera físicamente el muro del Berlín, éste había sido derribado por la información que circulaba de un lado a otro, imposible de ser detenida por barricadas, muros o cables electrificados. En los históricos días de las caídas de los regímenes de los países del Este, todo se dio como un contagio indiscriminado e inmanejable por la información que se transmitía de un lugar a otro. El deseo de libertad no ha podido ser censurado o reprimido nunca. Algo similar hemos presenciado durante los últimos años en los países de medio oriente y el norte de África, en donde los sistemas parecían pétreos. A pesar de su poder, dureza o totalitarismo, fueron incapaces de impedir la comunicación de la gente.
Las redes electrónicas e Internet en particular han sido los medios de convocatoria y manifestación al inconformismo reinante. Es sor
Infinidad de bibliografía sostiene que los regímenes autoritarios tratan de todas formas el perpetuarse en el poder. A veces lo logran; hasta que ocurre algo imprevisto. Situaciones imposibles de reprimir que explicadas solo desde el análisis político son insuficientes. Las mayorías de las naciones cuentan con redes de telecomunicaciones y con mecanismos técnicos, jurídicos o socialmente imposibles de controlar. La característica principal de las redes sociales es su extrema complejidad. Esto hace que escapen de un centro uniforme formador de opinión, reglas o conductas. El deseo de libertad es la riqueza del hombre, y ésta pareciera que hoy ha tomado el nombre servidores, redes, satélites o celulares. En la Unión Soviética la literatura que circulaba deforma ilegal y clandestina se llamaba samizdat, hoy podría haberse llamado Internet.