Al margen de las discrepancias políticas e ideológicas, me ha parecido bien que el periodista José Alejandro Rodríguez, en Juventud Rebelde haya publicado un artículo titulado “Desparpajo“. Ojalá que ese artículo genere discusiones, críticas y autocríticas en toda la isla.
En La Habana no fui amiga de José Alejandro Rodríguez, pero lo conocí cuando durante veinte años trabajé como periodista oficial. Le respeto y valoro, igual que a otros colegas de entonces, en especial a aquéllos que después de convertirme en periodista independiente, en 1995, siguieron considerándose amigos míos y través de terceros me hacían llegar sus mensajes. José Alejandro se pregunta: ”¿Qué falló en la familia, en la escuela y la calle, en la sociedad? ¿Por qué con tanto derecho a la enseñanza, somos muy instruidos, pero a veces no tan educados como los indígenas analfabetos de cualquier país latinoamericano?”.
La respuesta es breve, clara y directa: lo que falló fue el sistema. Ese “socialismo más pleno y más justo”, como en el párrafo final escribe Rodríguez. El mismo socialismo que falló en la Europa del Este. Porque es un sistema fracasado, desde su concepción hasta su puesta en práctica. Miren a China: mucho maoísmo, ‘revolución cultural’ y comunismo, para al final salir adelante con el capitalismo puesto en práctica por Deng Xiaoping.
Los chinos cogieron el capitalismo para desarrollarse desde el punto de vista económico, financiero e industrial, pero no desde el punto de vista social, educacional y humano. Por eso tienen las desigualdades que tienen. Y violan los derechos civiles y laborales como los violan. Quiera Dios que Cuba no siga el ejemplo de China, tampoco el de Rusia: si al desparpajo existente en la isla se suman esos capitalismos salvajes, la situación empeorará aún más. Recomendable sería que los actuales gobernantes cubanos volvieran su vista hacia países europeos donde funciona el Estado de Bienestar: Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Suiza… Que estudiaran a fondo esos modelos de sociedades, económica y socialmente desarrolladas. Y sacaran conclusiones aplicables a una nación y gente tan distinta como la cubana.
A propósito de Suiza, vale la pena recordar una anécdota ocurrida en el Congreso de la República, en una de las sesiones en el Capitolio Nacional. Sucedió en el siglo XX y la protagonizó el senador Orestes Ferrara. Según se cuenta, el hacendado José Manuel Cortina, dueño de grandes extensiones de tierra en Pinar del Río, propuso en el Congreso un proyecto con el objetivo de adoptar los métodos de la agricultura suiza a la agricultura cubana. Cuando terminó de hablar, Ferrara le dijo: “Su proyecto suena excelente, pero ¿con cuántos suizos cuenta usted para sacarlo adelante?”.
Anécdotas aparte, pese a la intención de Fidel Castro para que siguiéramos el ejemplo de la URSS, República Democrática Alemana, Polonia, Hungría, Bulgaria, Yugoslavia y Checoslovaquia, la realidad se impuso: pertenecemos al continente americano. Goegráfica y culturalmente estamos más cerca de Canadá, Estados Unidos y del Centro y Sur de América, que de los ex integrantes de la Cortina de Hierro. Es cierto, en el continente, no todos hablamos el mismo idioma y nuestras canciones y bailes son diferentes. Pero somos occidentales. Los cubanos con una particularidad: al ser caribeños, nos parecemos más a los nacidos en Jamaica, Martinica o Trinidad Tobago, que a guatemaltecos, bolivianos y otros pueblos con sangre indígena.
Los Castro han acabado con Cuba. Lo menos importante, en mi opinión, no es la destrucción material y el atraso en la agricultura, la ganadería, la construcción y la economía en general. En una década o menos, se puede pasar del atraso al desarrollo. Pero reparar la destrucción moral y espiritual, la pérdida de valores, la ausencia de reglas mínimas de urbanidad y cortesía en la población, luego de 54 años de autocracia verde olivo, puede demorar décadas. ¿Quiénes son los culpables principales? Los Castro. Lo digo en ¿Ahora es que les preocupa la vulgaridad? y lo repetí en la carta abierta al presidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión.
Lo han dicho y siguen diciendo esos periodistas independientes que el régimen se niega a reconocer, como Iván García, Luis Cino y Jorge Olivera, entre otros que en innumerables ocasiones han abordado el tema de la falta de respeto, la descortesía y la mediocriodad, en buena parte de esa generación de cubanos que un día Fidel Castro quiso convertir en ‘hombres nuevos’ al estilo de Ernesto Che Guevara.
Pese a las discrepancias políticas e ideológicas, repito, me alegra que periodistas de medios oficiales como José Alejandro Rodríguez pongan el dedo en la llaga. Y que lo sigan poniendo, en ésa y en muchas otras que abundan hoy en Cuba. Pero mientras los Castro y su parentela estén en el poder, esas llagas seguirán abiertas. Con tiritas (band-aid) no se curarán. Hace falta una cura de caballo.