AFIP: abarca mucho, aprieta ¿cómo?

Tomás Bulat
Una de las noticias de la semana es la información brindada por la AFIP a la presidente de la Nación para que en Cadena Nacional denunciara a una inmobiliaria que no presentaba declaración jurada desde el año 2007. Si bien utilizar la información de la AFIP -que es reservada- de forma pública es condenable, lo revelado nos mostró a muchos que la eficiencia de la AFIP no está pasando por un buen momento. Mostrar que una empresa de alta exposición como una inmobiliaria, que publica todos los fines de semana en los principales diarios publicidad, no tiene presentada su declaración jurada desde el 2007, es síntoma de que algo está fallando en el organismo recaudador.   Muchos impuestos… La presión tributaria, esto quiere decir la cantidad de impuestos que pagamos, es la más alta de la historia. Es que en cada crisis de la Argentina se han ido creando impuestos “por única vez” en nombre de esas crisis y que -recuperado el crecimiento- nunca más fueron eliminados. Eso pasa por ejemplo con el impuesto a las ganancias, al débito y crédito bancario, a las retenciones, a los combustibles, etc. Esto quiere decir que la cantidad de impuestos que la AFIP tiene que vigilar, cotejar, ver si se cobran bien, es cada vez mayor. Viendo los últimos años de crecimiento de la recaudación, mas allá de la inflación, se puede observar que la AFIP ha estado incrementando los montos recaudados, ha verificado inconsistencias, denunciando monotributistas que compraban autos importados o grandes departamentos. Pero últimamente están pasando dos cosas: la primera es que la recaudación está creciendo cada vez menos, lo cual es lógico por el parate económico existente, pero en segundo lugar, cobrar los impuestos es un in crescendo en burocracia que hace que la AFIP tenga mayor cantidad de tareas que cumplir.   Muchos controles… Cada vez más la AFIP tiene que intervenir cada acción económica que hacemos. Cuando queremos comprar una casa, un auto, importar algo, adquirir dólares, etc. Cada vez más autorizaciones, más controles. No es sólo la fiscalización ex post para saber si la gente evade como era hasta hace poco; hoy la AFIP fiscaliza ex ante, autoriza o no, controla en la previa a la acción. Pero como las situaciones particulares son tantas, hay que empezar a hacer excepciones. Y luego de hacerlas, modificarlas para que no se conviertan en una ventana. Porque desde ya, a cada control, se busca siempre cómo poder zafar de él o encontrar la veta que lo suavice. Entonces la AFIP se la pasa haciendo modificaciones casi diarias a sus normativas. Piensen la cantidad de veces que ya se modificó el régimen para la compra de dólares. Y esto hace que el sistema de fiscalización vaya perdiendo eficacia sistemáticamente. Toda esta burocracia hace que se esté desatendiendo la actividad principal de la AFIP, que es que los actores económicos cumplan con sus obligaciones tributarias y no para perseguir, sino para cumplir con la ley. ¿A quién apretamos? Si hay tantas medidas y resoluciones, tantos trámites, ¿a quién finalmente se controla? ¿Es posible poder controlar a todos los contribuyentes físicos y jurídicos? ¿Cada una de sus compras, ventas, contratos, por más sistema informático que se tenga? Porque si hay tanta información y es tan difícil seguir a todos, entonces el criterio de búsqueda ¿cuál será? ¿Se inspecciona a los que más ganan, a los que más hablan, a los adversarios, a los que opinan distinto? Porque algo es inevitable: mientras más controles existen, surgen más arbitrariedades. Pero también debemos preguntarnos si queremos vivir en una sociedad tan controlada. Que no sólo se sepa qué hacemos, sino que debamos pedir permiso antes de realizar cada operación económica. ¿Queremos una sociedad tan controlada y tan discrecional? Como las regulaciones van en el sentido contrario a lo que la gente quiere o necesita, cada vez va a haber más controles y menos libertades, a las que necesariamente le seguirán más arbitrariedades y seguramente más ineficiencia.