Por: Tomás Bulat
El discurso de la Presidente de la Nación contó con dos decisiones importantes que tienen algo en común: la primera es que Argentina va a seguir pagando su deuda reestructurada en los canjes del 2005 y 2010. La segunda, su calificación de extorsivo sobre un fallo de la Corte norteamericana. ¿Qué tienen en común? Que lo importante es la opinión de la Presidente acerca de lo que está bien -o lo que está mal- para saber qué camino tomará la Argentina y no lo que debe hacer en función de reglas nacionales o internacionales.
Pregúntese lector, si va a jugar al fútbol ¿contra quién prefiere jugar? ¿Contra alguien que hace fouls, se tira disimulando un penal, toca la pelota con la mano cuando no lo ven, pero cuando el árbitro lo sanciona cumple las reglas? ¿O prefiere jugar contra alguien que cuando el árbitro falla una falta se niega a cumplirla y lo ignora? ¿O si dice que está adelantado, no le importa y continúa la jugada? ¿O si le anula el gol no hace caso y lo celebra? ¿Cómo se juega en el segundo ejemplo?
Las deudas muchas veces no se honran. Hay miles de situaciones donde no se puede cumplir con los compromisos financieros asumidos. Tan es así, que existen leyes que dicen qué hacer en esos casos. Existen siempre posibilidades de no honrar las deudas. Hay muchos casos de default de deuda pública y ni hablar de deudas privadas. Para esto se inventaron las reestructuraciones, las renegociaciones, y los procesos tendientes a buscar acuerdos financieros.
Los fallos
Hay una particularidad en la Presidente, y es que sólo se somete a las reglas que ella considera válidas y no acata aquellas con las que no está de acuerdo. Esto lo hace tanto dentro como fuera del país. Sin embargo, en el mundo, las reglas y las leyes están para cumplirlas independientemente sobre qué opinemos de ellas.
Sinceramente, no es relevante la opinión de la Presidente -ni de nadie- acerca del grado de justicia o injustica que tenga el fallo de Estados Unidos, o si es fruto de una conspiración internacional. Lo importante es considerar que las decisiones de política nacional no son una cuestión de opinión personal sino de estrategia de desarrollo para todo un país.
No acatar un fallo de una Justicia a la que voluntariamente se decidió aceptar como jurisdicción y en la que se lleva años de juicios no puede ser el resultado de una opinión. Tampoco es serio que se hable de extorsión. Puede parecerle injusto, como me parece a mí (y a tantos). Puede parecerle inmoral, como también me parece a mí (y a tantos). Pero son opiniones. Un país cumple reglas cuando le suman y cuando le restan: es la condición de vivir en una comunidad internacional. Como las personas, cumplimos las leyes y normas cuando nos benefician, pero también cuando nos perjudican. De eso se trata la vida en sociedad.
Imagínese si una empresa extranjera llama a un fallo de la Justicia argentina extorsivo y lo desobedece. ¿Cómo reaccionaríamos nosotros? ¿Qué antecedente quedaría de esa empresa en este país y en los países vecinos?
Hay que honrar las reglas de juego si uno quiere seguir jugando en el mundo.
El mundo al revés
Así están las cosas: el gobierno y muchos terminan celebrando que la Argentina honra una deuda (la que puede renegociar) y no honra una norma (la que debe cumplir). Es rara la prioridad, pero peor todavía, si como en este caso, es contradictoria.
Pagar una deuda se hace con un principal objetivo: volver a tomar créditos. Pero la primera condición para volver a tomar créditos, no es que pagues deudas que podés refinanciar, sino que si vas a juicio y fallan en tu contra, lo vas a acatar. Esa es la mejor garantía para seguir consiguiendo créditos. Así que, ante la opción, sería preferible honrar fallos a honrar deudas.