Por: Tomás Bulat
El otro día mientras participaba de un programa de televisión, no pude dejar de sorprenderme por el consenso que existe entre la mayoría de las personas acerca de que la responsabilidad en el incremento de la inflación es la suba del dólar. Incluso personas bien formadas e informadas, cuyos conocimientos en otras áreas merecen el mayor de los respetos, como Jonathan Viale o Luis Novaresio, creen eso.
Son esos momentos de confusión colectiva donde el aparente sentido común carece de razón y es importante explicar el error de pensar que la enfermedad es el dólar y la inflación la fiebre, y no al revés. Aquí se resume un problema central de los argentinos: Creer que el problema es el dólar y no la inflación. Es por eso que se pone el acento (y la preocupación) en que el dólar suba, pero no tanto en que lo hagan los precios. Cuando se confunde la causa de un problema con su consecuencia, no es posible encontrar su solución.
Hoy se ve a la devaluación del dólar como un problema y no como una consecuencia obvia de la inflación. Sin embargo, y pese a que muchos quisieran hacerse los distraídos, es la inflación la responsable de la caída del salario real y no el dólar.
Al finalizar el programa que les mencioné, mis dos amigos intentaron explicarme, para sustentar su convicción, cómo cuando el dólar subió en enero, la inflación también lo hizo, en tanto que luego, cuando el dólar se estabilizó, la inflación bajó. Por lo tanto, para ellos, el dólar es el responsable de la inflación.
De seguir este razonamiento, que no pocas personas aceptan cómo válido, para mantener una inflación baja deberíamos fijar el precio del dólar. Se trata, sin embargo, de una experiencia que ya se hizo con Martínez de Hoz y con la convertibilidad de Cavallo, que acarreó nefastas consecuencias para la economía del país.
Empecemos por algo más simple: qué es la inflación y cuál es su principal razón.
Qué es la inflación
La inflación es el aumento sistemático y generalizado de precios. Si bien esta es una definición de diccionario, en términos callejeros significa que los precios suben, que lo hacen en todos los bienes y servicios, y que cada uno tiene su propia lógica. Esto hace que algunos precios suban más que otros, que lo hagan en diferentes fechas y en diferente forma. También ocurre que una mayoría sube y el que se queda retrasado luego compensa con grandes saltos.
El problema de la inflación es que genera distorsiones en los precios relativos. Esas distorsiones cambian rápida y abruptamente cuanto más alta sea la inflación. Siempre existen variaciones de precios, pero con una inflación del 3% anual no son importantes, ahora bien, con una del 40% anual son en extremo peligrosas.
Los movimientos abruptos de precios son los que traen más incertidumbre a la economía y terminan matando a la inversión, cuyo principal requisito es la previsibilidad y la posibilidad de pensar el largo plazo.
Las causas de la inflación
En economía, existen dos grandes teorías para explicar el fenómeno de la inflación: la monetarista y la estructuralista, que más allá de lo que algunos fundamentalistas griten, no se contraponen, sino que se complementan. Es que a esta altura del desarrollo económico del mundo, y luego de haber atravesado períodos de alta inflación como en los años 70 y 80, los teóricos mantienen consensos básicos que ya ni siquiera están en discusión.
La inflación es un fenómeno esencialmente monetario. Esto quiere decir que es necesaria la existencia del dinero para que haya inflación. Si la economía fuera de truque no habría inflación posible.
La inflación es la suba de precios, pero puede ser visto como la contracara, es decir que dado un cierto monto de dinero cada vez se pueda comprar menos con él. El reverso de la inflación es la pérdida de valor del dinero.
El dinero es un bien más de la economía. Cuando hay mucha existencia de cualquier bien, éste vale menos, en tanto que cuando hay poco de un bien, vale más. Esa es la relación entre la cantidad de dinero y la cantidad de bienes y servicios que tiene una economía. Cada compra que hacemos, la pagamos. Por lo tanto, la cantidad de dinero existente debe alcanzar para poder pagar todas las compras de bienes o servicios que hagamos.
Si la cantidad de bienes y servicios crece todo el tiempo, es necesario que la cantidad de dinero crezca en una proporción similar para poder pagar esos nuevos bienes o servicios. Ahora bien, si la cantidad de dinero crece mucho más que la cantidad de bienes y servicios existentes, entonces sobra dinero. Ese dinero circulante al no poder comprar más bienes o servicios por estar agotados, se destina a los precios que suben hasta que la cantidad de dinero excedente finalmente queda absorbida.
Es debido a lo anterior que la emisión monetaria no genera inflación por sí sola, depende de las necesidades de la economía en un contexto determinado. Si el PBI crece 4%, por lo menos hay que agregar un 4% de dinero a la economía para financiar esas operaciones nuevas. Y eso no genera inflación.
Por supuesto que la causa monetaria no es la única en la generación de inflación. Se deben tener en cuenta también la tensión distributiva en un país altamente agremiado (tanto trabajadores como empresarios) cuyas disputas por salario o rentabilidad se resuelven no solamente en el mercado, sino una parte en mesas de negociación en una oficina.
Esto hace que ante aumentos de precios para aprovechar una situación de mercado que agranda la rentabilidad de las empresas, los sindicatos de los trabajadores pidan mayores incrementos salariales.
Se otorgan incrementos en el sector que, luego, para compensar parte de las perdidas van al precio y así se trata de ganar la rentabilidad cedida, convirtiéndose esto en un juego ascendente a menos que el Estado le ponga un límite.
Se trata de inflación estructural, presiona los precios al alza y tiene como consecuencia que fuerza al gobierno a emitir los pesos necesarios para poder cumplir con los acuerdos alcanzados. Si así no lo hiciera, la economía entraría en recesión.
Lo cierto es que ambos factores existen. Nuestra ignorada inflación tiene esas dos causas. Se sigue emitiendo muy por encima de la cantidad de transacciones que tiene la economía, alimentado por el creciente déficit fiscal y también operando en una lógica de indexación constante de precios. Por ejemplo, los incrementos salariales de cada año tienen como piso el año anterior, lo cual hace que los valores nominales sean cada vez más elevados (aunque en muchos casos el poder de compra sea menor).
Por lo tanto la inflación ya es inercial. Para que no se escale más, el gobierno trata de fijar algunos precios por un tiempo en un intento de atemperarla, aunque no de resolverla. En el presente son dos los precios que fija el gobierno.
Primero el dólar (fijo en 8,55) y segundo las tarifas, principalmente las eléctricas, de gas y ahora de naftas. Esto de fijar un precio mientras los demás aumentan en términos técnicos se lo conoce como ancla (tarifaria y cambiaria). Hay en este caso dos precios que se dejan fijos y así creernos que la inflación cederá.
El ancla frena, no acelera
Por supuesto que mientras más se atrasan esos precios, cuando finalmente recuperan su atraso empujarán al resto de los precios al alza. Pero no son los causantes de la suba, son los responsables del freno. Cuando no alcanzan a frenar más todo se acelera, pero ellos no son responsables de la suba.
Esto es como tener un auto acelerándolo pero con el freno de mano puesto. En cuanto se saca el freno el auto acelera. Sin embargo, no es culpa del freno que acelere. El freno lo soportaba quieto en tanto podía, cuando se soltó, el auto se movió, pero la culpa es del acelerador no del freno.
El problema de creer que el responsable de que se acelere el auto es el freno, es que de nuevo lo volverá frenar pisando el acelerador. Entonces la pregunta siguiente es ¿cuánto tiempo más aguanta el freno de mano? Hasta que se rompa y entonces el auto salga disparado sin control.
Es por eso que muchas veces fijar algunos precios básicos de la economía tienden a frenar la inflación retrasándolos durante todo el tiempo posible, hasta que finalmente el atraso es tan grande y forzoso que no hay ancla capaz de sostenerlo. Y aquí es donde mis amigos ven que la inflación sube y le echan la culpa al dólar.
Los datos
De hecho voy a tomar la variación del dólar desde el año 2010 y la inflación, lo cual muestra que el dólar quedó tan atrás que es muy injusto echarle la culpa de la inflación.
Año | Inflación | Dólar |
2010 | 22% | 4% |
2011 | 23% | 8% |
2012 | 25% | 16% |
2013 | 28% | 29% |
2014 | 38% | 30% |
Como se ve, el año donde estuvieron parejos fue el 2013, pero ni aún en 2014 el dólar pudo subir tanto como la inflación. Entonces ¿cómo podría ser la suba del dólar el culpable de la inflación?.
Inflación de costos o de demanda
De hecho, en estos días se comenta que la inflación ha cedido un poco debido a la recesión y eso no es totalmente cierto. Por supuesto que tener una demanda floja frena el aumento de precios, pero si hay aumento de costos, los precios hay que subirlos igual.
La inflación no fue más alta porque se fijó el precio del dólar y las tarifas. Con las consecuencias de un mayor déficit fiscal y más recesión. No es por falta de demanda, es que algunos costos ya no subieron. Pero ya han comenzado, tanto impuestos (ABL, patentes) como peajes. Luego vendrán los aumentos salariales, y el resto.
Por lo tanto, la inflación no sube más en estos meses porque se decidió fijar cada vez más precios, pero se sigue pisando el acelerador. Cuando el freno se rompa, finalmente el dólar subirá para compensar el atraso que tuvo y será, nuevamente para mis amigos, el responsable de la inflación.
Y así comenzará nuevamente el círculo argentino de usar el dólar como ancla, como lo hizo Martínez de Hoz, como lo hizo la convertibilidad de Cavallo y como lo está haciendo hoy Kicillof. Seguimos sin aprender de nuestra propia historia, pero ya buscaremos a quien echarle la culpa cuando otra vez terminemos mal.
El problema de la economía argentina es la inflación y no el dólar. Cuando entendamos eso, cuando tengamos una economía más estable, más previsible, cuando con 100 pesos podamos comprar más o menos lo mismo de un año a otro, es que no le daremos tanta importancia al dólar.
Mientras tanto, no deberíamos olvidar que el dólar es la fiebre, en tanto que la inflación, la enfermedad.