Comenzó la semana luego del pago del Boden 2012 y, en definitiva, nada ha cambiado. Más bien todo sigue en la misma línea; de hecho, con más y más regulaciones, ahora para viajar sólo se puede comprar las monedas del lugar de destino, previa confirmación del viaje por parte de las agencias de turismo. Por lo tanto, y tal como era esperable, no hubo ningún cambio y no hay mucho que analizar hoy. Me voy a tomar el desafío de continuar con lo expuesto en mi artículo del día viernes, Día de la Independencia, ¿de quién?, ya que he recibido varias respuestas muy criteriosas y respetuosas, criticando mi posición, lo cual agradezco. Debatir con respeto sobre hacia dónde va el país me parece un valor que no abunda y que hay que incentivar. El rol del ciudadano Las mayores críticas a mi artículo tienen que ver con dos partes. Antonio hizo énfasis en que en un país que no se cumplen los compromisos, es noticia que se pague una deuda. A lo cual le doy la derecha; pero si un país pretende ser normal, el pago de un título púbico no es para hacer una gran ceremonia, ya que debería tratarse de un acto de gobierno habitual y no excepcional. Pero el punto más crítico que sumó más comentarios fue mi frase referida a que los países que se encuentran en mejor situación son aquellos en los que sus ciudadanos tienen mayor libertad y son responsables de sus actos. La economía crece más cuanto más se libera la posibilidad de crear de los actores económicos. Obviamente esta afirmación iba a traer gran polémica ya que es contracultural en la Argentina de hoy. Pero las respuestas me llamaron la atención en varios puntos. En primer lugar, sorprenden las comparaciones inmediatas que se realizan con relación a los 90 en Argentina o a la crisis internacional del 2009 y -sobre todo- el salvataje a los bancos. En realidad yo me refería a las decisiones de este mismo gobierno, cuyo crecimiento económico ha sido indiscutiblemente alto desde el año 2003 y nunca necesitó poner tantas restricciones a los ciudadanos comunes. Es más, desde que las puso en noviembre del año pasado, la economía argentina se paró. Es nuestra propia experiencia inmediata la que muestra que poner controles para la economía no la deja crecer. Por otro lado, saben la preferencia que tengo por los emprendedores (sobre todo los pequeños) y el espacio destacado que tienen en mi programa. A medida que hablo con ellos, manifiestan los cada vez mayores inconvenientes que tienen para producir, pagar impuestos, entregar su mercadería, etc. Paradójicamente, y esto es importante resaltarlo, en la medida en que se incrementan los controles, los que tienen más peso, los más grandes, tienen más posibilidades de lograr excepciones, no así los pequeños empresarios. En muchas de las críticas por lo que hace el gobierno hoy, se usa como excusa lo que hizo el gobierno antes. Es decir que nos desendeudamos con el FMI y con eso crecimos. Pero eso pasó en el 2006. NO tiene nada que ver con lo que pasa hoy. El rol del estado Así como los países capitalistas entran en crisis recurrentes y se reinventan luego con modificaciones, los países de economía centralizada y estatal ya son una minoría y no han logrado resolver los problemas de sus habitantes, a pesar de la pérdida de libertad de sus ciudadanos. La economía, para hacer una comparación futbolera, tiene a grandes rasgos los siguientes escenarios: el primero es que para funcionar tiene que tener reglas claras. Imagínense si cada vez que entran a jugar un partido de fútbol existieran reglas diferentes. ¿Cómo se podría preparar, entrenar y armar un equipo si las reglas no son conocidas o pueden ser cambiadas sobre la marcha? Lo que terminaría pasando, es que la gente dejaría de jugar a ese deporte. Por más interesante o atractiva que resulte una actividad, cuando no es posible prever las condiciones en las cuales desarrollarla, se pierde todo incentivo a participar de ella. Imagínense en su propia vida, si en su trabajo les cambiaran todo el tiempo los horarios o el sueldo o la tarea sin la anticipación necesaria para que ustedes ordenaran previamente sus vidas. Podrán quedarse un tiempo en ese trabajo, pero en cuanto tuvieran la oportunidad cambiarían en la búsqueda de algo más previsible y estable. Con los países pasa lo mismo. Pero ahora supongamos que las reglas para jugar al fútbol son estables: entonces cada equipo tiene un director técnico, que puede ser Bielsa o Basile. Bielsa es un conductor duro, que le dice a cada jugador qué debe hacer y no les otorga casi ninguna libertad; mientras que Basile es distinto, ubica a los jugadores y luego les deja mayor libertad para que puedan desarrollar sus habilidades y mejor conocimiento. Ambos necesitan un orden, un límite y reglas comunes de juego. Sin embargo, en función del momento de la historia que esté viviendo un club necesitará un Bielsa -que es muy útil cuando los jugadores no tienen mucha experiencia y no son muy habilidosos-, mientras que en otra oportunidad le podrá hacer falta un Basile -que tiene mejores resultados cuando los jugadores son experimentados o muy hábiles. En economía es así. Hay jugadores a los que les viene mejor Bielsa pero a otros Basile. Lo que está claro es que quien pretende controlar todo y quien permita que cada uno haga lo que quiera, están condenados a fracasar. La medida justa, el equilibrio y saber cómo jugar es lo importante. Argentina tiene buenos jugadores en general, es uno de los países con mayor porcentaje de emprendedores en el mundo. A esos habilidosos hay que permitirles jugar, ya que tienen mucho por aportar al torneo.