Por: Tomás Bulat
Cuando existe necesidad de aclarar que no hay retraso cambiario, es porque lo hay. Como toda situación económica, tiene su lado bueno y su lado malo. Es decir, si el tipo de cambio está atrasado, los salarios son más elevados, la posibilidad de vender al mercado interno crece, la recaudación fiscal en dólares es más alta y -por lo tanto- el peso de la deuda externa es más bajo. También resulta mayor la posibilidad de importar bienes de capital ya que son más baratos en términos relativos, entre otras cosas.
Pero tiene sus contras. Los exportadores ven reducir su rentabilidad o pierden mercados externos, principalmente los que elaboran productos de mayor valor agregado; el turismo extranjero disminuye y el turismo de argentinos al exterior se incrementa; el mercado interno es el único lugar donde la industria puede vender y -por lo tanto- la presión inflacionaria sube y la economía se va cerrando cada vez más.
La presente enumeración de consecuencias, incluye solo algunos de los pros y contras que tiene el tipo de cambio atrasado. Por lo tanto, no a todos les conviene. Algunos sectores ganan y otros sectores pierden.
Lo que se evalúa es si los beneficios superan a las pérdidas, por un lado, y si esta ecuación es sustentable en el tiempo, por el otro.
Atraso cambiario
La historia económica argentina es rica en antecedentes de atraso cambiario. Los más recordados son la tablita de los años 70 y la convertibilidad de los 90.
La primera fue con una devaluación programada, inflación elevada y apertura de la economía. Este formato que duró menos de 4 años destruyó gran parte de la industria nacional y terminó con la tristemente célebre frase de Sigaut: “El que apuesta al dólar pierde”.
La segunda, es decir la convertibilidad, fue con tipo de cambio fijo, muy baja inflación y apertura económica. De esta experiencia se salió con caída de la producción industrial, fuerte endeudamiento externo y terminó con otra famosa frase: “El que puso dólares, recibirá dólares”.
La actual se trata de tipo de cambio con devaluación lenta y administrada, combinada con alta inflación y economía cerrada. A medida que pasa el tiempo y la inflación mensual es más alta que la devaluación, el atraso cambiario se va incrementando.
Esta pérdida de competitividad hace que la industria argentina se concentre en el mercado interno, que al ser muy chico, no gana en escala y termina siendo ineficiente y cara, no por culpa de los responsables del sector, sino como consecuencia del modelo. Cerrar la economía demora el daño que ocasiona el atraso cambiario en la industria del mercado interno, pero lastima cada vez más la inversión y la productividad. Ni hablar cómo las industrias exportadoras ven cerrándose sus mercados.
Se produce un círculo vicioso en el cual la inversión es baja porque no hay escala que la justifique, por lo que obliga a cerrar cada vez más la economía (e incluso limitar el turismo argentino al exterior) porque afuera todo resulta más barato.
Corrección
Los atrasos cambiarios se corrigen, mas tarde o más temprano, pero casi nunca lo hacen de manera lenta y ordenada.
Lo constructivo sería reconocer que el tipo de cambio está atrasado y tomar las medidas que detengan esa tendencia.
Porque mientras más atraso existe, menores son los beneficios económicos y mayores los costos sociales.