A un año del cepo cambiario: repensar la política económica

Tomás Bulat

La semana pasada se cumplió un año de la instrumentación del control cambiario y de un incremento sistemático del control por parte del Estado en todos los mercados de la economía con resultados que -hasta ahora- dejan mucho que desear.
Esta semana fue bastante homogénea: no tuvo buenas noticias económicas, ni a nivel internacional ni a nivel local.
Los vientos en contra del exterior
La principal mala noticia internacional vino de la mano de la ratificación de la Cámara de Nueva York del fallo del juez Griesa. Por medio de la misma, le da derechos a aquellos que no entraron al canje de deuda a cobrar sus intereses devengados. Esto impacta en los actuales tenedores de bonos que se verían forzados a prescindir de parte de sus ingresos para ser redestinados a los otros acreedores.
La mayor víctima de esa situación es YPF y su plan para conseguir fondos en el exterior. Pese a las en extremo elevadas tasas que debería pagar en el futuro, la posibilidad de ese financiamiento, aparece en este contexto como prácticamente imposible.
La baja en las notas de las calificadoras es una consecuencia natural como también la suba en el riesgo país que alcanzo lo 1.158 puntos. Sin embargo, esta situación no genera ninguna consecuencia de corto plazo para la economía argentina, ya que lo afectado es el futuro debido a las perspectivas de menores inversiones públicas y privadas a realizarse en la Argentina
Los brotes verdes internos
En economía está de moda llamar los brotes verdes a los sectores que comienzan a crecer luego de un parate económico. Si bien el freno más fuerte a la economía fue en los meses de abril, mayo y junio, hay varios sectores de la economía real que evidentemente no logran arrancar.
Así es como salieron los datos de la industria, con una caída del 4% mes contra mes o del 9,1% en la construcción. Las ventas de automóviles siguen estando 3,3% por de bajo del año pasado. No le está yendo mejor a otro de los sectores que movieron fuertemente la economía en estos años, que es el turismo internacional. La caída de extranjeros, principalmente brasileños preocupa a todo el sector.
El otro brote verde es la esperanza en una gran cosecha de soja, que se está haciendo rogar. Todavía las proyecciones tienen escenarios de cosechas record, pero a medida que llueve, todas tienden a la baja. De hecho, el precio en Chicago de la soja subió estos días por las inundaciones en Argentina.
Por lo tanto, sea desde el punto de vista internacional o del nacional, no hay buenas señales de la economía y ante cada nuevo mal dato, el gobierno sale con una nueva regulación o un mayor control que no logran modificarlo.
Cambiar a tiempo
Existe una clara relación entre crecimiento económico e imagen del gobierno. Lo cual queda de manifiesto cuando desde hace algunos meses, el deterioro de la situación económica está afectando la imagen presidencial.
El gobierno ve una conspiración ante cualquier mal resultado económico sin poder llegar a pensar que sea consecuencia de lo que ellos hacen. Es llamativa esta interpretación ya que se trata de un gobierno que se jacta de ejercer el poder con firmeza, pero se resiste a asumir la responsabilidad que le cabe de sus propias políticas.
Cuando los datos económicos no salen acorde a lo esperado -se trate de la economía personal, empresarial o estatal- el agente decisor debería preguntarse si está haciendo lo correcto o bien si está cometiendo errores. Modificar algunas acciones cuyas consecuencias no son las previstas es un signo de fortaleza. Buscar culpables en terceros lo es de debilidad.
Desde que comenzar a implementarse ciertos controles, la economía funciona cada vez peor. ¿No será momento de usar el primer año del control cambiario para evaluar si este es el camino correcto? Siempre es mejor salir de un error que persistir en el mismo.